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Javier Mondéjar.

Elecciones en el Hogar del Pensionista

Todos los partidos se mueven a golpe de encuesta, hasta los más «enrollados» y «espontáneos», porque unas elecciones son 98 por ciento de mercadotecnia y 2 por ciento de otros componentes, incluidos los golpes de suerte. La persona más importante no es -contra lo que pudiera parecer- el líder, suele ser un «gafapasta», fino analista político y mercenario a sueldo. Le llamaré Remigio para ponerle cara y nombre; es joven, misántropo, experto en redes sociales y en pulsar el/los ambientes, oyente compulsivo de foros y grupos especializados de wasup, observador de modas y tendencias y con oído de tísico en los transportes públicos para ver qué se cuece. Nada muy distinto de un espía; coincide también en sus habilidades con esos rebuscadores de atuendos en la calle que luego convierten en modelitos de Zara y multiplican por 10.000 la prenda de mercadillo o ese accesorio que vio llevar a una chica en el metro.

Remigio tiene su herramienta de destrucción masiva en las encuestas, sobre todo en las gordas como las del CIS, pero también en las chiquitinas que encargan ellos mismos y que guardan en las trastiendas como Golum su tesooooroooo. Encorvados sobre una hoja de Excel, Remigio y los gafapastas ven votos donde los mortales vemos números y estadísticas y, de repente, sentencia: «Nuestro objetivo es un hombre de 63 años y seis meses, que no ha comprado en Amazon en la vida, cena bocadillos de mortadela con vino y gaseosa, tiene tres hijos: dos chicos y una chica, es del Madrid y del equipo de su pueblo, se pone la ropa que le trae su mujer del pryca y está loco por jubilarse y llevársela a un crucero de esos». A partir de la frase del Oráculo, que se graba con martillo y buril en la roca electoral, ya son los comunicólogos quienes ponen en marcha el radar para buscar al personaje y diseñan el mensaje específico para ese ciudadano. Se supone -dicen- que el mensaje a ese ciudadano tipo servirá para llevar a la urna a todos los que son como él, que en definitiva son los que hacen ganar o perder elecciones.

A consecuencia de los augurios de Remigio y como resultado de sus tácticas, los ciudadanos serios estamos que nos subimos por las paredes viendo a los candidatos a presidente haciendo el indio por las teles, que sólo les falta alternar con Belén Esteban -no tan distante de Bertín Osborne, ahora que lo pienso, aunque una sea barriobajera y el otro un señorito-. Cantan, bailan, se ríen de chistes tontos, cocinan, juegan al futbolín y harían el pinopuente si Remigio les dijera que su votante objetivo necesita ver su habilidad en tamaña práctica gimnástica. Es que hasta los debates me parecen puro espectáculo teatral de gestos y atuendos indumentarios: ¿nos podemos tutear, Pablo? Pues no señor, ya está bien de compadreos: a tu rival tienes que tratarle de Vd., justamente para conseguir distancia. Esta es una sociedad de tuteos, se trata de tú al vendedor del gas y al catedrático, en un mismo lodo todos manoseaos, y sin una cierta formalidad no vamos a ninguna parte. Pero es que los ciudadanos responsables le importan a Remigio un pito porque, o les vota a ellos o vota a sus rivales por convicción, ideología, cabreo o lo que sea, nada que una campaña vaya a cambiar.

El otro día mientras los aspirantes debatían ante el atril vacío de Rajoy, el «rey del plasma» se iba a un formato mucho más cómodo en otra tele, que todos los periodistas conocemos la teoría y práctica de la entrevista: Vd. pregunte lo que quiera que yo le contestaré lo que me dé la gana. Y luego a jugar al dominó con los abuelitos porque Remigio les ha dicho que la clave de estas elecciones es el disputado voto del pensionista. Me pone a cien que piensen los estrategas que los abuelos, además de viejos, son tontos. Y que llega un tipo encorbatado a jugar dos partidas al chinchón y ya se van a olvidar para siempre de la Ley de Dependencia, por poner un ejemplo. Estamos buenos si la estrategia de Remigio es ganar las elecciones en el Hogar del Pensionista y mal hará el jubilado que se crea a cualquiera (bueno, excepto a Podemos, que según las encuestas no se come una rosca en este sector y ni se molesta Pablo en bailar el pasodoble con la Señá Patrocinio).

Y la próxima semana hablaremos del gobierno. O no.

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