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Crónicas precarias

Futura presidenta del Gobierno busca profesor de acordeón

Ya que dicen que el periodismo ha muerto y yo voy teniendo una edad, he decidido que es hora de reinventarme. Así que he consultado a un experto en coaching y me ha convencido de que el puesto que mejor se adapta a mi perfil es el de presidenta del Gobierno (de alguno, del que sea). Así como os lo digo. Yo me veía más como paseadora profesional de perros, pero él es el que sabe de esto.

Como el 20 de diciembre está demasiado cerca, voy a tomármelo con calma y dedicar los próximos años a reforzar mis cualidades como líder política. Gracias a un concienzudo estudio de mis debilidades y fortalezas, he localizado las cuatro áreas principales en las que me debo centrar.

-Baile y habilidades musicales. Yo no tengo ritmo, eso es así. He visto yogurteras menearse con más estilo que yo. Jamás podría vencer a Soraya en una competición de coreografías, la tía me pule fijo. También soy una nulidad con la guitarra y con los instrumentos musicales en general. En Primaria mis sacrificados padres tuvieron que apuntarme a clases particulares de flauta para que no suspendiera música. Las matemáticas las llevaba bien, pero aprenderme la melodía de La Guerra de las Galaxias era un infierno para mí.

-Cocina. Sé hacer zumos como Pedro Sánchez y manejo la vitrocerámica con más soltura que Bertín Osborne, pero el tema mejillones lo tengo bastante abandonado. Voy a tener que empezar a probar con distintos grados de cocción. De todas formas, yo soy más de tellinas, ¿tenéis idea de cómo se valoran a nivel demoscópico?

-Habilidades deportivas. El futbolín se me da estupendamente y hago unos molinetes que os dejarían de piedra pómez. Sin embargo, creo que mis capacidades gimnásticas acaban aquí. Ni ping pong, ni baloncesto, ni ciclismo. Y bueno, si hablamos de fútbol, la semana pasado descubrí que James y Chicharito no son la misma persona. Nada de hacer una aparición estelar como comentarista radiofónica en alguna jornada de Liga.

-Campechanía. Aquí sí. Esto lo tengo dominado. Puedo ser tan repulsivamente maja que te darían ganas de arrancarte los ojos y regalármelos. Pero bueno, siempre está bien actualizar el repertorio de anécdotas y chascarrillos para sorprender al personal.

Porque eso es lo que buscamos en un presidente del Gobierno: que tararee los temazos de Azúcar Moreno, que toque la armónica, que baile como Britney Spears, que domine el arte de hacer croquetas y recuerde quién era delantero en el Deportivo en 1986. Que suba a globos, derrape en un todoterreno, juegue al dominó y cuente chistes desternillantes. Que si hace falta se disfrace de Bob Esponja para arrancarte ese voto de tus frías manos muertas.

A mí me parece un criterio fiable para elegir candidato. De hecho, para acabar con el engorro de la democracia, podríamos sustituir las elecciones por un concurso de talentos. Si sirve para elegir a la Reina de la Cosecha en Nebraska, a ver por qué no nos puede valer a nosotros. Yo lo tengo claro: mi papeleta va para el que sea capaz de comer más perritos calientes en un minuto y medio.

Total, que con unas clases de danza y acordeón, aprenderme el nombre de algún futbolista yugoslavo y mejorar mi maña con los pucheros, en las elecciones de 2019 arraso.

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