Si alguien tenía alguna duda aún de que en el Ayuntamiento de Alicante no hay gobierno, sino parcelas de poder cada vez más incomunicadas y enfrentadas entre sí, sólo tiene que ver lo ocurrido esta semana. En la primera votación relevante desde que se inició la legislatura, la que debía acometer nada menos que la reorganización del personal municipal, el PSOE tuvo como aliados no a sus supuestos socios en el Ejecutivo, Guanyar y Compromís, sino a la oposición de derechas, el PP y Ciudadanos, sin cuyos votos Echávarri se habría estrellado. El resultado de esta situación es que la acción municipal está presidida por la arbitrariedad más absoluta, los colectivos ciudadanos cada vez están más confusos y también más temorosos de las airadas reacciones con las que frecuentemente se topan, mientras los funcionarios trabajan al ralentí. Y quedan tres años y medio.