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Francisco Esquivel

Promontorio blanco

La eficiencia de los Echávarri y pavones acojona. Ha sido conocerse que el cambio climático traerá veranos más interminables aún y florecer en plazas de la ciudad una montaña de 35 metros para descensos de trineos y una pista de patinaje de hielo natural que ronda los 300 metros cuadrados. Aquí hacemos los polos al horno. Y esto no es nada. Ahora el hielo aflora a unos cuantos metros del mar pero, al alertar el Laboratorio de Climatología de la uni que éste se calienta por encima de lo que lo hacía tres décadas atrás y que el asunto va a más, no descartemos que, de aquí a nada, estas planchas polares cubran la primera línea de playa en el Postiguet. En la cumbre del clima de París deben estar con los ojos a cuadros: «¿Trineos en Alicante? Esto nos supera». No son las consecuencias de los gases de efecto invernadero; es Alicante, idiotas. Para ser precisos, su tridente. Obama ha puesto el grito en el cielo porque «los glaciares se derriten a un ritmo sin precedentes y el mar está tragándose en Alaska pueblos enteros». Al ritmo implantado, en dos navidades Lucentum se devora Groenlandia completa. Ya saben que no tenemos término medio. Estamos en los juzgados por la cruzada emprendida ante la apropiación de aceras con veladores y esa misma autoridad competente cierra una buena temporada dos espacios de aúpa para trasplantar un sistema nevado que engarce con nuestro primer toponímico como es Akra Leuka, o lo que es igual «promontorio blanco». Y ojo, que en la terreta, la única plantà con fecha de caducidad son las de San Juan, el resto... Ahí está el Trinidad, el navío/bar, que se puso y aún sigue fondeado. Lo malo es que vengan turistas escandinavos para ver si se establecen y, al ver los trineos sueltos, digan: para eso nos quedamos en los fiordos, no vaya a ser que se nos derrita la Explanada encima.

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