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Francisco José Benito

Apuntes

F. J. Benito

Ni por un plato de lentejas

Cuenta la Biblia (Génesis), cuya lectura tanto frecuentan algunos de los que siguen marcando las pautas del Gobierno y el PP en materia de agua, que dos mil años antes de Cristo, Jacob, hijo de Isaac, compró la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas. Lo que ha sucedido esta semana en el tortuoso parto del Júcar-Vinalopó -para satisfacción de la consellera Elena Cebrián y los regantes valencianos, sólo con eso ya se puede adivinar la magnitud del desastre- es aún peor, porque el papel mojado que firmó el miércoles el presidente de la Junta Central de Usuarios, Andrés Martínez, con el Gobierno no sólo no ha tenido el efecto del plato de legumbres, sino que condena a la provincia de Alicante a regar con agua de dudosa o nula calidad, según los cultivos, y a seguir extrayendo agua para beber de unos acuíferos con fecha de caducidad. Porque no duden los incrédulos, que llegará el día en el que el agua dejará de salir de los grifos de muchas comarcas del interior de la provincia, las mismas que llevan cien años dando de beber a la costa sin nada cambio, y el drama no se podrá solventar con agua desalada a no ser que estemos dispuestos a pagarla a precio del «Moët & Chandon».

Diez años de batalla contra los Gobiernos del PSOE y el PP, y quince días después de constituirse un «lobby» potente (no faltó nadie con algo que decir en la defensa del agua), los responsables de la Junta Central, no se sabe todavía muy bien por qué, los mismos que se habían dejado parte de la piel en la pelea, se plegaban en cuatro horas de reunión a la imposición de la ministra de Agricultura de un trasvase del Júcar que no garantiza nada y arranca, como quedó marcado en el verano de 2005, en la desembocadura del río en Cullera, donde como sostiene irónicamente el catedrático Antonio Gil Olcina (nada sospechosa su independencia) en ocasiones se puede adivinar hasta la marca del pesticida cuyos restos lleva el caudal con el que a partir de ahora muchos agricultores regarán sus hortalizas. ¿Miedo por lo que pueda pasar tras las elecciones por algunos mensajes apocalípticos de algunos de los partidos emergentes? ¿Facturas pendientes inconfesables? ¿Exceso de bondad que termina siendo estupidez?

Los que contribuyeron a firmar el engaño que en diez días se plasmará en un convenio que nadie puede asegurar que se cumplirá deben explicar lo inexplicable, porque a estas alturas, en el Vinalopó, l´Alacantí y la Marina Baixa no sirve ya el discurso de que la sequía aprieta, porque aunque sea cierto también lo hacía hace un año, y hace diez. Juan José Moragues, expresidente socialista de la Confederación del Júcar señaló hace una década que «la peor agua es la que no existe». Frase por la que fue demonizado por los mismos que el miércoles hicieron buena su teoría y aceptaron recibir el agua del Azud de la Marquesa, de la que sólo meses antes habían llegado a asegurar que contenía hasta sustancias cancerígenas.

Los mismos que han firmado el protocolo y que en ocasiones pasaron por auténticos héroes, hoy pasan por villanos a los ojos de muchos de los que se han jugado, incluso, el prestigio como los catedráticos Antonio Gil Olcina y Antonio Rico. Será difícil reparar la fractura que han provocado en el frente común que mantenía vivo en la provincia el espíritu de personas como José Ramón García Antón o Miguel Iborra, exconseller del PP y exalcalde socialista de Aspe, respectivamente, que iniciaron esta batalla hace ya muchos años y que ya no lo pueden contar. Seguro que hoy, tras ver lo que sucedió el miércoles, a alguno le tirarían de las orejas. ¡O no! Porque con ellos nunca se hubiera llegado a este disparate. Y, lo peor, no hay solución posible por muchas promesas que hiciera la ministra Isabel García-Tejerina horas de la pegada de carteles antes las elecciones del próximo día 20. Si alguien se ha creído el cuento, que pregunte.

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