Yo tampoco tengo ninguna duda sobre el sentido de mi voto: votaré a Recortes Cero-Los Verdes. No soy el primero ni el último en defender lo que piensa. Y lo votaré no solo por haber conseguido estar electoralmente presente en todas las circunscripciones del territorio español (sólo lo han conseguido siete partidos), cosa que tiene tanto trabajo como mérito, sino porque, llámenme romántico, representa la utopía. Utopía no en el sentido peyorativo de aquellos programas políticos que se consideran irrealizables, sino en aquel que representa una sociedad razonablemente equilibrada y que contiene una crítica implícita a la política actualmente existente. Política que el pueblo español ha venido sufriendo, con la excepción, más bien espejismo, de las legislaturas que ganó el PSOE, tan engañosas éstas como catastróficas las que ganó el PP. Utópica en el sentido de considerar artefactos mentales aquellas disposiciones políticas que recortan y limitan la consideración de que todo es posible en una sociedad mejor hecha por mejores personas.

No, Recortes Cero-Los Verdes no aparece en los medios de comunicación a pesar de que sus candidaturas están llenas de profesionales, reconocidos artistas, grandes activistas sociales y gente común de alto valor social. Tal olvido, similar al ninguneo, les hace aparecer, sin serlo, como aquellos titiriteros de ciudad de los de megáfono en mano, caja de frutas para encaramarse y ser vistos, mesa de playa para recoger firmas y autofinanciación a medio cumplir. La cabra y la escalera aparte. Todo tan auténtico y tan real como su discurso.

Alguno podría pensar que Recortes Cero-Los Verdes incide en aquella estrategia del «divide y vencerás» que tanto cabrea a algunas gentes de izquierda, sobre todo a aquellas que jamás se han leído el programa del partido por el que votarán. Inmunización que logra y se hace evidente en cuanto se comparan los programas y se descubre, a pesar de sus similitudes, abismales diferencias. Opino que hay que leerlos. Sobre todo en cuanto a qué significa políticamente redistribuir la riqueza y qué medidas deben concretarse para conseguirla. España necesita esta redistribución pues la misma se hace patente en cuanto se analizan las desigualdades, el paro, la extensión de la pobreza y la calamidad de las políticas neoliberales. Todos los partidos de izquierda (no hablo del PSOE por motivos que tienen que ver con lo que prometieron y lo que hicieron estando en el poder) parecen encadenar al unísono aquella cadencia que une la subida de salarios y de pensiones, la reforma fiscal progresiva, el cuestionamiento del pago de la deuda, la refundación de la banca pública y la defensa de la soberanía. Pero tal cadencia común se explicita en sonido diferente pues diferente es el instrumento que pretende hacer sonar Recortes Cero-Los Verdes a diferencia de los anteriores. Es la diferencia secular entre lo que se debe conseguir y lo que se anhela, entre lo aparente y lo esencial, entre la tragedia y la utopía. Tampoco hablo del PP por motivos genéticos ni de Ciudadanos porque jamás han cuestionado el sistema.

Recortes Cero-Los Verdes, y esto es el hecho diferencial donde se fija mi atención, aboga por un plan nacional de reindustrialización del país, modernización del tejido productivo y fuerte inversión en I+D+i, para generar nuevas fuentes de riqueza y acabar con el problema del paro. Nuevas fuentes de riqueza: aquí está la diferencia con otros que defienden lo que han denominado «trabajo garantizado» o bien «Pacto Nacional por la Economía Productiva» apoyándose bien en el Estado bien en la Unión Europea. Pero ¿es sostenible una política de empleo que consuma recursos públicos sin generar nueva riqueza? ¿Es posible la reindustrialización, fundamental en nuestro país, cuando sabemos que desde Bruselas se nos exige cada vez más recortes? Una política de tal calado no significa solo disciplinar a los corruptos caseros, tan patrios como holgados, sino también a los acreedores exteriores. Estos son los que a día de hoy controlan los principales resortes de la economía española. Los dueños de nuestras fuentes de riqueza mientras la deuda pública española alcanza récords históricos.

A todo eso hay que sumar la reforma laboral de Rajoy para entender la pobreza de millones de trabajadores, el hundimiento de la demanda y el consumo y la ruina de nuestras pymes y autónomos a la par que aquellos grandes beneficios de las multinacionales cuya producción se dirige en gran porcentaje a la exportación. No es de extrañar así el hundimiento de nuestros salarios.

Si no rompemos la dependencia de nuestra economía del capital extranjero, cualquier política de reindustrialización se traduce, necesariamente, en reforzar el valor de las grandes multinacionales, reforzar el papel del capital extranjero y aumentar los factores de dependencia hacia él. Esa es la política que pretende la coalición que voy a votar.