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¿Qué es un belén?

He visto poner ¡y montar! el belén

El belenista ha llegado al sitio previsto para poner el belén. Un día antes ha colocado una bambalina de luz que iluminará el conjunto de la escena dándole el ambiente de un atardecer. Ahora, con cuidado, coloca todas las piezas del belén ajustándolas entre sí. Es el momento, después de ocho meses intensos, de terminar todo el trabajo. Comienza disimulando las juntas entre las piezas con papel encolado, y, mientras seca, va colocando las distintas figuras en los sitios que ha previsto. Saca todos los detalles cuidadosamente embalados y comienza el trabajo de ultimar los detalles.

Para tener tiempo de prueba, conecta el sistema de agua para el manantial y pone en marcha la bomba; así podrá comprobar que no hay fugas de agua o defectos provocados por el transporte. También conecta todos los cables eléctricos que iluminan y realzan los rincones: las calles, el mercadillo, el pueblito en la lejanía, la gruta de los pastores? Este trabajo es muy delicado y de él depende que el belén tenga el ambiente adecuado. En el taller lo ha preparado con cuidado, pero ahora es el momento definitivo. Comienza ahora a dar la textura concreta y necesaria al paisaje y al entorno en el que se desarrolla la escena: en el mercadillo coloca los toldos encolados para que queden en la forma adecuada, ultima la colocación de frutas, verduras, jaulas, alfombras? todo lo que se le ha ocurrido para dar realidad al mercado callejero. También va colocando en los caminos la arena y la tierra, las piedras, los matorrales, secos o verdosos al borde del sendero, y exuberantes en el manantial que cae desde lo alto al estanque. Pone las palmeras que ha realizado con pasta de modelar para el tronco y cartulina y alambre para las hojas, y les da a éstas la forma más frondosa y coloca los racimos de dátiles.

Al fondo, sobre el pueblo, una luz ilumina el punto de destino de la caravana; con mucha paciencia, un pedazo de plástico y cables de fibra óptica ha modelado la estrella y la coloca en el aire con un alarde de imaginación. En otro lado de la escena, un grupo de ovejas conforma rebaño que el belenista coloca con esmero dentro del redil. Desde su refugio, los pastores contemplan asombrados la caravana que sale de la ciudad. El belenista ha colocado los dromedarios y los pajes y ha cubierto las peanas para que las patas de los animales y los pies de los sirvientes descansen, como todas las demás figuras, en el camino o en el pavimento o en la hierba. Un trabajo muy minucioso y entretenido que, preparado en el taller durante meses, se remata ahora durante dos días.

Por fin, con todo terminado, coloca el celaje, el fondo de color cielo que enmarca la escena por detrás de forma redondeada y, desde el exterior, a la distancia del espectador comprueba que todo está en su sitio y que todo queda a su gusto. Ha terminado de poner el belén? Por detrás alguien desconocido le pregunta cuándo se podrá ver y cuánto tiempo ha empleado en hacer la escena. Le responde y entablan conversación: más de ocho meses de trabajo, un gasto en materiales y en figuras de más de 2.000 ?, una dedicación al belén totalmente altruista porque el belenista no cobra por su trabajo, sino que lo hace para que la Navidad se celebre tradicionalmente y los rostros de los niños reflejen asombro y alegría al ver el belén.

¿Y por qué entonces «se ha montado el belén» con las noticias de las prohibiciones, los cambios de ubicación las contraofertas y las contraprogramaciones de la celebración navideña contraponiéndolas a la exhibición, tan tradicional y tan esperada por los alicantinos, de los belenes? El belenista tampoco sabe por qué su trabajo callado y altruista, en pro de las fiestas navideñas, fiestas que proclaman el entendimiento y la concordia y la paz, se ha ninguneado, se ha puesto en entredicho y se ha calumniado faltando a la verdad de cómo y por qué se hacen los belenes. Los responsables municipales, que son los que han desatado esta campaña, son los que deben responder a esa pregunta de tantos y tantos ciudadanos que quieren respeto a sus tradiciones y a su creencia.

Se ha «montado un belén» por «un quítame allá esas pajas» de un bache, gran excusa para prohibir el belén, se ha montado una celebración utilizando a los niños y a los Magos que sólo entienden el idioma de la inocencia y de la alegría, y se ha montado un iceberg que, a diferencia del belén, cuesta a cada niño, a cada padre, más de un euro arrojarse una vez por un paisaje de mentira que oculta una plaza tan concurrida y amable como es la de la Montañeta.

Pero el belenista, fiel a su estilo y a tantos años de tradición, no quiere polémicas; únicamente está triste por quien le muestra intransigencia? Abre la ventana de su belén y lo muestra. Un niño abre los ojos perplejos y le dice a su padre: «¡Papá, mira los Reyes ya vienen!».

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