Hay que reconocer al Partido Popular de la Comunidad Valenciana la persistencia con la que llevó a cabo, durante el ejercicio del poder autonómico y municipal comprendido entre los años 1995 y 2015, el despilfarro de las arcas públicas y la megalomanía en grado superlativo que supuso dejar una deuda impagable de casi 40.000 millones de euros y un sin fin de infraestructuras sin sentido y muy caras de mantener. Gracias a la política de transparencia del nuevo gobierno autonómico presidido por el socialista Ximo Puig, los ciudadanos van a poder conocer todos los gastos que los altos cargos del anterior Consell del Partido Popular, presidido por Alberto Fabra, cargaron a las cuentas públicas y cuyos justificantes no quisieron entregar en su momento a la oposición con el peregrino argumento de que, dado el trabajo de fotocopiar que ello conllevaba, se hubiese colapsado la Administración.

Ahora nos hemos podido enterar del verdadero motivo por el que el Partido Popular no quiso, en su momento, entregar las facturas de lo que a todas luces era una caja opaca, una suerte de fondo común al que tenían acceso altos cargos de Valencia y de Alicante. La Conselleria de Transparencia se ha hecho eco de los cientos de miles de euros que se gastaron en lujosos restaurantes, supermercados, desplazamientos en taxis (con lo sano que es caminar) y compras en tiendas de todo tipo sin que estuviera relacionado con el ejercicio de sus cargos salvo que los anteriores responsables políticos del PP entendieran que por el mero hecho de respirar el resto de los ciudadanos estaban obligados a pagar, con cargo al erario público, cualquier necesidad que tuviesen en su vida diaria. También nos acordamos de las facturas del Ayuntamiento de Valencia que hace unos meses salieron a la luz pública que demostraban cenas de miembros del Partido Popular en las que disfrutaban de viandas de todo tipo y de la más alta calidad regado todo ello con ginebra y suntuosos vinos, así como los viajes de la anterior alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, a Londres y a Madrid donde se hospedaba en hoteles de lujo.

Con el vuelco electoral que se produjo en las últimas elecciones autonómicas y municipales no sólo se está conociendo el despilfarro llevado a cabo por el Partido Popular durante sus gobiernos sino sobre todo que existe otra forma de hacer las cosas. Sirva de ejemplo la relación de gastos del actual Alcalde de Valencia, Joan Ribó, que se ha publicado recientemente en la página web del Ayuntamiento de Valencia en la que podemos leer los gastos que tuvo con ocasión de un viaje a Madrid para reunirse con la ministra de Fomento. Se refleja la comida de Ribó y de dos personas que le acompañaban por un valor de 28 euros. Es decir, un plato combinado cada uno acompañado de una botella de agua. Sólo por algo así, por ese cambio de actitud, debe ser bienvenido el tripartito de izquierdas. Qué lejos quedan aquellas opíparas comidas y cenas de Rita Barberá y miembros del PP valenciano en lujosos restaurantes con vino y ginebra en abundancia.

Lo más lamentable de este asunto es que, como decíamos, gracias al cambio de gobierno en la Comunidad Valenciana se ha podido saber que mientras la plana mayor popular de ámbito autonómico y municipal se daban la gran vida en restaurantes y en hoteles de lujo (de hasta 600 euros la noche en el caso de Barberá), en supermercados y en gastos navideños, en alquiler de coches con chófer y en billetes de avión, el Consell dirigido por Francisco Camps y Alberto Fabra se negaba a abrir comedores escolares durante los meses de verano, como pasó en la Alicante de Sonia Castedo, se negaba a reconocer a miles de personas su condición de discapacidad o se les reducía el grado y con ello la ayuda económica que debían recibir todos los meses ellos o sus familiares y se establecía el copago a los discapacitados reconocidos.

Seguimos a la espera de que los actuales dirigentes del PP de nuestra Comunidad pidan perdón por el enorme agujero financiero que dejaron y por la actitud poco ejemplar de muchos de sus responsables. Resulta difícil decidir qué ha sido lo peor de veinte años de ignominias como estas. Hoy podemos destacar dos. En primer lugar, haber utilizado el dinero de todos los valencianos en ridículos lujos, propios de personas con muy poca formación ética y con unos principios morales muy lejos de lo que solían pregonar, mientras se reducían las partidas presupuestarias para los más necesitados solo nos puede llevar a calificar a todas aquellas personas que actuaron así de una sola manera: miserables. A ciertas actitudes hay que llamarlas por su nombre. En segundo lugar, el desprestigio de la Comunidad Valenciana, el quebranto moral que se ha producido en los pilares de nuestra sociedad tardarán años en revertirse. Estamos seguros de que en el Partido Popular valenciano existen personas que no son partidarios de aprovecharse del dinero de todos los valencianos en beneficio propio. Mientras los encuentran el PP pasará una larga temporada en la oposición.