Emilio Butragueño, que va por el mundo de modosito, sacó a relucir su faceta más íntima, al convertirse en acusica por pretender cargar sobre el Villarreal la sanción de Cheryshev, que fue alineación indebida en Cádiz. El Madrid tenía conocimiento desde el 27 de agosto, por nota remitida desde la Federación Española de Fútbol, de que el jugador había sido sancionado formando parte del Villarreal, pero la pena la arrastraba y tenía que cumplirla con el club en el que formara parte de la plantilla oficial. El ruso volvió al Madrid y era su club quien debía correr con los gastos. Descargar la metedura de pata en el Villarreal fue una mala acción. Inesperada reacción de un señor al que se le supone constantemente en gracia de Dios.

Emilio dio nombre a una famosa «quinta» madridista a pesar de que en aquel conjunto había dos futbolistas mejores: Míchel y Martín Vázquez. Tuvo la virtud de ser ídolo para aficionados, señoras con hijas casamenteras y militares sin graduación. Estuvo en el Consejo Superior de Deportes con el PP y no sentó plaza. Florentino Pérez lo recuperó para la causa y en su puesto tampoco ha dejado entrever grandes ideas salvo aquella de convertir a su patrono en ser excepcional. Hablar con Butragueño es como hacerlo con monje de clausura. Nunca dice una palabra más alta que otra y cuando osa salirse del guión muestra una faceta maligna, como la del miércoles en Cádiz, donde el error de su club pretendió endosárselo al Villarreal. El Madrid tuvo conocimiento de que Cheryshev estaba sancionado y si fue alineado no fue culpa del Villarreal. La Federación Española, el 27 de agosto, le comunicó al Madrid la situación del futbolista. Emilito se salió de madre.

El Madrid, en palabras de Butragueño, su representante en instituciones diplomáticas, pretendió solventar el problema, es decir exculpar a su club, con el manido argumento, de que el jugador, ni el club, tenían conocimiento de la sanción.

Parece mentira que un caballero universitario no recuerde que el desconocimiento de la ley no nos exime de su cumplimiento. Y lo peor es que el club tuvo conocimiento del castigo. Si jugó no se puede culpar al Villarreal, con el que fue sancionado y ni siquiera al entrenador, Rafa Benítez que lo alineó. Tal vez es más culpable Chendo que, como delegado del equipo, debería tener al día toda clase de datos referidos a la plantilla. Quizá hay otras instancias en la entidad que guardan los papeles cuando los deben tener a la vista.

A Rafa Benítez no es la primera ocasión que le sucede un problema como éste.

El Valencia fue eliminado por el Novelda porque jugó con cuatro extracomunitarios. Como consecuencia, Juan Sol dimitió como delegado. En el Madrid, con Valdano de entrenador, también hubo un caso similar, pero en Liga. Lo sucedido en Cádiz no es nuevo. Lo es que Butragueño haya asomado un estilo que no se le suponía. Ahora, el Madrid intentará salvar la eliminación. El Cádiz no ha mostrado la mínima intención de dejarse comprar. Eximir al Madrid de su culpa por la autoridad federativa sería escándalo para recordar. Como el penalti que pitó Guruceta a Rifé por derribo de Velázquez y que fue fuera del área.