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Antonio Sempere

Blanco y negro

Cada entrega de Cinema 3, el programa cinematográfico que TV3 emite ininterrumpidamente desde 1984, ahí es nada, concluye con una sección denominada Ni blanc ni negre, con una puesta en escena peculiar. Jaume Figueras y Álex Gorina, situados en el palco de un teatro, debaten con énfasis, acaloramiento y posturas encontradas a propósito de algún tema relacionado con los estrenos de la cartelera del momento. James Dean, Ingrid Bergman y Cesc Gay les han servido como argumentos recientes. Pero lo mejor nunca es el qué. Es el cómo.

Figueras y Gorina muestran y demuestran ser críticos de la vieja escuela, de aquellos que hace más de treinta años, cuando apenas habían nacido aquellos a quienes hoy leemos en Fotogramas o Cinemanía, ya deambulaban por Cannes o por Venecia como Pedro por su casa. Son irónicos, mordaces, vehementes, pero nunca irritan porque, a la par, poseen esa especie de flema británica de quienes parecen venir de vuelta de todo, curtidos en mil batallas, aunque tampoco. No conviene quemar las naves de la ilusión puesto que, en ese caso, ¿a qué agarrarnos? Ellos no han perdido su pasión en el cine. Y el asidero les sirve. Les sirve para vivir, muy bien, tantos años instalados en la nave, pero sobre todo para sentirse vivos, algo que sólo poseen los privilegiados que se identifican con una causa noble y se zambullen en ella hasta las trancas.

Ahora que tanto se habla de Cataluña, me permito poner este ejemplo entre mil para mostrar y demostrar cómo ellos van por delante. Cómo esta parodia festiva del blanco y el negro no sería posible, ni de lejos, en ninguna de nuestras televisiones. O al menos, cómo no hay ni rastro de ella. Me pregunto cómo serían y a dónde habrían llegado Figueras y Gorina de haber nacido en otras latitudes.

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