Se acercan las elecciones generales y existe la sensación de que las aguas discurren tranquilas. Sin embargo, a veces se producen crecidas de río inesperadas. Dos situaciones han incidido en el proceso electoral, la amenaza soberanista catalana y los sucesos de París. La primera, tras el breve periodo de tregua por el que actualmente atraviesa, podría explotar en cualquier momento. Pero nada comparable con la segunda. París ha explotado el sentimiento y eso aterroriza y conmueve.

Lo que debemos aprender de la tragedia ocurrida en Francia es que el diálogo y el entendimiento son indispensables. Desgraciadamente hay fanáticos con los que es imposible dialogar. El terror no entiende de razones.

Los extremos en política nunca han sido buenos. Por mucho que uno crea en su verdad hay que intentar ponerse en la verdad del otro. En términos políticos, ¿cómo podríamos llamar a esta forma de encarar la acción política? ¿Centro?

Centrémonos en las próximas elecciones. Opiné en los anteriores comicios locales que no veía en el futuro ni a Podemos ni a Ciudadanos. Podemos se ha estancado y necesita de aliados. Hasta su propio nombre podría estar en juego. Por otra parte, la expansión de Ciudadanos, que ha recogido una parte importante del centro político, se ha frenado al socaire del paréntesis en el proceso independentista catalán y del desvío de la atención mediática y ciudadana tras lo acaecido en el país vecino.

He visto a muchos jóvenes ilusionados con Podemos. Esa ilusión también ha contagiado a muchas personas maduras. Ojalá estuviera equivocado con el artículo que escribí hace unos meses titulado Podemos, un retroceso a las cavernas. Porque si Podemos, sin renunciar a su radicalismo social, respeta todas las libertades que son posibles en un Estado de Derecho, no tendría temor alguno a que tuviera una representación importante en los poderes públicos. Me dirán que flipo por haber puesto lo anterior en duda. Me gustaría. Repito, ojalá sea así.

Si la ilusión a que me he referido crea un caldo de cultivo apropiado, Podemos podría crecer como la espuma. Pero queda poco tiempo.

Respecto a Ciudadanos sigo manteniendo mis dudas respecto a su protagonismo a largo plazo en la política española. No porque Rivera no tenga futuro, que seguramente lo tiene, sino porque la falta de anclaje en origen le hace ser más volátil. Más incluso que Podemos, que sí que los tenía aunque haya soltado amarras para poder evolucionar. Por ello, también Ciudadanos necesitará de socios.

El PSOE, a pesar de la fortaleza de su candidato, lo está pasando mal. Lanzar una OPA a Podemos conservando a su electorado fiel y sin perder de vista el centro no era fácil. De ahí los bandazos y bandazos que ha ido dando. Entonces, ¿qué podría hacer para crecer? En mi opinión incorporar a su proyecto a otras fuerzas políticas que estén dispuestas a que sus señas de identidad más visibles queden en un segundo plano.

Respecto al PP, a salvo lo expuesto con anterioridad, creemos que va a mantenerse como primera fuerza política. Suma a su favor el haber atajado el declive económico de los últimos años. Resta en su contra algunos aspectos de la reforma laboral. Porque la sociedad, como exponía en el artículo Quien no sale de pobre, publicado en 2009, tiene una deuda con el trabajador de a pie, que durante los años de bonanza ha sido en general el menos beneficiado económicamente

Sin perjuicio de las críticas que puedan hacerse, pues ni la verdad ni la razón están depositadas en un solo cesto, pienso que la mayoría de las medidas adoptadas por el actual Gobierno de España han sido positivas para el conjunto de la nación. Si me equivocara, me equivocaría de buena fe.