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¿Qué es un Belén?

He visto hacer el Belén

Vamos a empezar a hacer las escenas del belén social para la plaza de la Montañeta (que este año estará en Calvo Sotelo). A mi lado, sobre unas mesas, mi amigo belenista ha colocado unas planchas de porexpan: un cuarto de círculo de 1.80 metros de radio y dos triángulos rectángulos de 1.80 metros de cateto en los laterales. Seis metros cuadrados es la medida del belén. Estamos al principio de febrero.

Durante los días siguientes, el belenista ha elegido las figuras de la escena: grandes para el primer plano, más pequeñas para la lejanía. Y ha dedicado más de una semana a hacerse una pequeña maqueta para distribuir los volúmenes y la escena: una puerta de entrada a la ciudad y unas calles adyacentes a la izquierda, un paisaje montañoso con un paso al horizonte posterior donde ubicará el pueblito, y un cobertizo en el lado derecho. En el centro, en primer plano, la caravana de los Magos que es el motivo de la escena.

Cuando la idea ya está pergeñada, en las manos del belenista van tomando forma las fachadas de las construcciones con sus puertas, sus salientes, sus huecos, sus miradores, sus cubiertas y terrazas, conformando las calles y revueltas. Y la gran entrada a la ciudad, almenada y esbelta. Pequeñas planchas de porexpan son la base. También el risco de montaña, con grandes trozos del mismo material, va tomando forma. Y en una plancha con algo de grosor ha tallado el autor el pueblo de la lejanía. En la derecha, con pequeños trozos, ha levantado un cobertizo junto a una pequeña gruta.

Cuando ya tiene el conjunto levantado, se le ocurre que sería interesante añadir un pequeño manantial y excava en el volumen de corcho y esculpe el cauce del agua. Todo lo construido se ha hecho con ayuda de cola, con cutex y sierras para cortar, soldador para tallar y una gran dosis de paciencia y dedicación. Ahora la labor se concreta en dar las texturas al corcho: las piedras, los ladrillos, las maderas, las rocas, todo ello se va haciendo con una capa de yeso aplicada con espátula. Han pasado más dos meses y llega el momento de empezar a pintar.

Sobre el yeso seco, los ocres, los rojizos, los verdes, los violetas, con sus tonos y matices van dando vida a las arquitecturas y los paisajes. Y se advierte el encalado de las fachadas, el pavimento de las calles, las maderas marrones de las puertas y ventanas, la roca viva del manantial, el fondo oscuro de la gruta, el difumino del paisaje lejano, el blanco del pueblito sobre el promontorio, el pedregal en el camino, los ladrillos, los sillares, las tejas, las cárcavas? Durante muchos días la pintura ha hecho aparecer el arte de la escena. Otros dos meses de trabajo de artesanía han pasado.

Empieza ahora lo más delicado: dotar a la escena de vida. El belenista ha vuelto a colocar las figuras ya en la realidad de la escena para comprobar el conjunto y, tras retirarlas otra vez, empieza un nuevo trabajo: darles apariencia de movimiento. Empieza, para ello, a hacer pequeños detalles: un mercadillo en las calles con sus productos y enseres, verduras, frutas, especias, tejidos; aquí con jaulas, allí con alfombras, allá los de los libros, más cerca los alfareros, por las callejas los compradores, los toldos resguardan del sol, los cestos, las vasijas, los animales, gallinas, corderos? y entre el gentío, la caravana sale de la ciudad. Unos campesinos la observan desde una elevación llena de vegetación a la sombra de las palmeras. Los viajeros pasan, a lomos de sus dromedarios, por delante del manantial que cae, cantarín, entre los riscos, y enfilan el paso entre montañas hacia aquel pueblito de la lejanía donde una extraña luz en forma de estrella, les indica su destino. Un grupo de pastores, por su derecha, los ve pasar con admiración mientras guardan sus rebaños.

¡Cuántas horas ha dedicado el belenista a poner la vida y la ambientación a la escena! Ahora está «plantando» la vegetación: los matorrales de las rocas abrasadas de sol, la exuberancia de hierba, musgo y juncos en el agua, las palmeras, los bordes del camino llenos de hierbas, los verdines de humedad de los rincones y grietas en las construcciones, los árboles lejanos en los campos, la parra y la enredadera?

El belenista observa el conjunto del belén y, casi sin proponérselo, recuerda los materiales que ha empleado: unas cuantas planchas de porexpan de distintos grosores y densidades, unos veinte o treinta kilos de yeso, unos tres kilos de cola, alrededor de tres kilos de pintura de diferentes colores, palillos, pegamentos rápidos, impermeabilizantes, plásticos, papel, telas, arcilla, cartulina, alambre; mira dónde ha colocado, estratégicamente, los puntos de luz de led para la iluminación, ve la estrella que brilla con sus filamentos de fibra y sus formas de plástico.

Ahora, tras casi ocho meses de trabajo, y casi todos los días, el belenista empieza a ver la obra preparada para el montaje. Ha embalado las figuras, ha protegido los puntos débiles, ha separado la escena en las piezas adecuadas para el transporte. Le miro y le veo satisfecho, esperando montar su belén para exponerlo a la vista de todos. Pienso en su trabajo altruista y desinteresado y también pienso en cuánto le habrán costado las figuras, los materiales empleados, el celaje, la iluminación, el agua, las herramientas? Pero sé que su ilusión está por encima de todo. Se levanta y se va a «poner el belén», la Navidad está al caer?

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