¡Qué difícil es saber gobernar bien y cuántos malos gobernantes hemos tenido, tenemos y, ojalá, no volvamos a tener con las elecciones del próximo 20 de diciembre!

Como, en mi opinión, los desastrosos gobiernos de Zapatero, salvo loables casos puntuales, cometieron toda clase de disparates que dejaron al país postrado, la democracia posibilitó que el Partido Popular alcanzase en las elecciones de 2011 una amplia mayoría absoluta de 186 diputados. Sin embargo, esa mayoría absoluta ha sido completamente desaprovechada para gobernar beneficiando al pueblo que le votó y no a los más privilegiados, incumpliendo casi todas las propuestas de su programa electoral, siguiendo lo dicho por Tierno Galván de que esas promesas están para no cumplirlas. En los últimos cuatro años es cierto que se han resuelto muchos graves problemas macroeconómicos heredados del Partido Socialista, pero son demasiados también los perjudicados por el actual gobierno de los populares, que ha desatendido el día a día de la vida nacional.

Por eso, cuando ahora dice Rajoy que piensa cambiar la ley electoral, despolitizar el Poder Judicial, etcétera, hay que reprocharle que eso no lo hubiera efectuado ya consensuándolo desde su cómoda posición de mayoría absoluta, que no volverá a obtener. ¡Y qué decir de la cuestión catalana, que ha dejado pudrir con cuatro años de absoluta inacción!

Ahora han surgido formaciones políticas que, según todos los pronósticos, van a romper el bipartidismo, aunque son muchas las incógnitas que se abren por su novedad€

En cuanto a los gobiernos autonómicos y municipales de nuestra Comunidad, las elecciones del pasado mayo han cambiado por completo el panorama político, a base muchas veces de complicadas alianzas de partidos que han desalojado del poder al Partido Popular tras demasiados años de gobierno, demasiados errores y demasiados casos de nefasta corrupción, que han motivado la desaparición de las cajas de ahorro y el desastre de «megalómanos» proyectos como Terra Mítica o la Ciudad de la Luz€ Pero no estoy seguro de que las alianzas tripartitas, a veces tambaleantes, nos aseguren lo mejor ni lo más conveniente, porque quienes tanto defienden la libertad no dudan en imponer también criterios muy parciales cuando gobiernan.

Así lo estamos viendo en Alicante, donde algo tan sencillo como instalar los tradicionales belenes en Navidad ha motivado polémica, crítica y antipatía, pues los belenes no son solo un símbolo religioso, sino un conjunto secular de tradiciones populares y familiares, muy arraigado en nuestra ciudad por la labor de una Asociación de Belenistas declarada de utilidad pública por el Gobierno español y de interés municipal por el Ayuntamiento alicantino. Desplazar el belén que durante 50 años se instalaba en la plaza de la Montañeta, remodelada expresamente para que allí cupiese ese belén, y sustituirlo por el mamotreto instalado este año, que anula la visión de la propia plaza, me parece un error ya que, además, en el rincón de la plaza de Calvo Sotelo donde se ha montado el belén habrá no pocos problemas para poder verlo, por falta de espacio. Y no quiero proseguir con lo que ha ocurrido con el belén del Ayuntamiento, ni lo que ocurrirá con la cuestión de los veladores en las calles, el acristalamiento de las terrazas de los restaurantes de la Explanada, el desplazar las setas de la calle San Francisco a un parque infantil, el eliminar el galeón del Puerto€

Porque lo peor que puede ocurrir es que un resentido con un puñado de votos obtenga el mando, que no la Alcaldía, como estamos viendo aquí tras la caída del Partido Popular, abrasado por su alcaldesa y sus varios ediles imputados, sus muchos años de poder mayoritario y por la arrogancia que ello motivó a la hora de confeccionar una lista electoral encabezada por una candidata sin arraigo ni popularidad.

El día 20 de diciembre los españoles nos enfrentamos nuevamente el gran compromiso democrático de unas elecciones generales. Muchas cosas han cambiado en España desde las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011. Nuevos partidos con jóvenes líderes intentan romper el tradicional bipartidismo que ha caracterizado la política española desde el inicio democrático tras la dictadura franquista y alguno, según las encuestas, con amplias posibilidades de lograrlo. Los problemas que acucian al país y al mundo exigen que los políticos a los que votemos responsablemente tengan sobrada ilusión, formación, empeño, capacidad y energía positiva para enfrentarse a ellos sin fraudes ni engaños, sin más incumplimientos electorales. Porque no solo sería un superchería otra vez, sino abocarnos a un desastre inconmensurable. Meditemos, pues, con exigencia y sin prejuicios nuestro voto para que gane quien mejor pueda servir a España, a la democracia y a la libertad.