El Supremo anula el gol de penalti injusto que en el último instante marcó Roberto López a la extinta Caja de Ahorros del Mediterráneo en la Audiencia Nacional, actuando como jueza la magistrada Palacios, que ha sido reconvenida por las instancias superiores tildando el conjunto de su sentencia de patente error. El pasado 26 de febrero, en un artículo titulado Roberto, 1; Justicia, 0, analizábamos el error, la injusticia de la justicia para con los afectados, sociedad, trabajadores e impositores, por la pésima gestión con tufo de latrocinio que llevaron a cabo el director general, casi todo el comité de dirección y más de un miembro del consejo de administración. Teníamos razón pues los que protestamos por el fallo, los que no estábamos de acuerdo con la sentencia de la magistrada Palacios, los que advertimos de que no se entraba en el fondo de la cuestión, los que no comprendimos cómo se desestimaba la presencia de la Fundación y del Fondo de Garantía de Depósitos, los que definitiva aun así seguíamos confiando en la justicia con palabras mayores, esa que forma parte esencial del Estado de Derecho, pilar del sistema democrático junto al poder legislativo y al poder ejecutivo.

Ahora bien, el intricado mundo de la justicia en el que los legos solemos perdernos, no obliga en este caso a la repetición del juicio, sino a tener en consideración los argumentos que en su día desestimó el tribunal presidido por la magistrada Palacios. Todos en Alicante, Teresa Palacios además de no vivir en nuestra ciudad parece que tampoco la visita como turista de ahí su desconocimiento de los hechos acaecidos, saben o al menos sospechan que el que fuera director general se lo llevaba crudo. No solamente en su nómina, que engordara junto a los de su camarilla, sino también en las golosas dietas, por no hablar de viajes de placer, comidas, tarjetas a su disposición, y esos regalos millonarios que se hacían así mismos todos los señoritos que ocupaban la sexta planta.

Dietas sin venir a cuento, dietas enmascaradas, dietas que iban a parar a sus bolsillos desde esas participadas creadas a tal efecto. Enmarañando con empresas pseudo fantasmas para tratar de impedir que se siga el rastro del saqueo que maquinaron desde sus poltronas de poder, desde sus nobles despachos forrados de madera, dura como la cara que tenían los ocupantes. La nobleza, que se les suponía en principio, nunca estuvo en sus actuaciones. La única acepción del diccionario a aplicar al concepto dieta en este caso, sería la de estipendio que se da a quienes ejecutan algunas comisiones o encargos por cada día que se ocupan en ellos, o por el tiempo que emplean en realizarlos. Nadie le encargó trabajo alguno diferente a sus obligaciones como director general de la entidad a no ser él mismo, nadie le conminó a prestar comisión alguna de servicio en empresa distinta de la que era director general, a no ser que él mismo se lo mandatara. Dietas artificiales, dietas adulteradas, dietas espurias, dietas falsarias.

Dinero fácil que López y Avilés, desde su presidencia de la comisión de control, contabilizaban en sus cuentas, mientras que en la cuenta de resultados de la CAM salía con la misma celeridad en irregularidades contables manifiestas. La única duda que nos desespera es si el mismo tribunal presidido por la ínclita Palacios, se avendrá no ya solo a escuchar y/o responder a los alegatos que en su día desoyó de la Fundación y del FGD, sino a analizarlos y ponerlos en negro sobre blanco en un nuevo fallo que incline la balanza no ya a la justicia demanda por una ciudad, una sociedad, unos impositores y unos trabajadores, sino al más elemental de los sentidos, el común, que junto con la equidad en la interpretación de las legislaciones vigentes, debieran ser patrimonio del conjunto de jueces y magistrados. En ellos seguimos confiando para ganar el partido por goleada.