¿Alguien podría imaginar Elche sin su Palmeral? Con toda seguridad, la respuesta habrá sido un no rotundo.

Sirva esta pregunta retórica para reflexionar sobre el singular valor adquirido por uno de los elementos más significativos de nuestro entorno paisajístico. Y es que resulta difícil, por no decir imposible, que podamos imaginar nuestra ciudad sin uno de sus signos distintivos más valorado y apreciado por todos y todas. Además, no cabe la menor duda que Elche es conocida en España y en buena parte de Europa y del Mundo, por ser la ciudad de las palmeras y, nuestro Palmeras se ha convertido en uno de los más importantes valores culturales que posee la ciudad.

El Palmeral es un elemento inherente a la ciudad, en su enclave actual, casi con toda seguridad desde su origen, siendo los árabes quienes trajeron con ellos esta especie natural que ahora, pasados los siglos, consideramos como propia. Sin embargo, para ellos, la palmera no era más que un elemento necesario dentro de sus desarrolladas prácticas agrícolas, ya que permitía que los cultivos existentes en el interior de las cuadrículas que conformaban los huertos gozaran de la protección natural que éstas les proporcionaban.

Gracias a ellos, el Palmeral de Elche hoy es el de mayor tamaño de Europa, con más de 200.000 ejemplares. Durante muchos años sirvió a nuestros antepasados como fuente económica y a su alrededor se consolidó una industria que aprovechaba desde los dátiles que maduraban en otoño, hasta las palmas y troncos que se obtenían de ellas. Muchas familias vivieron, y aunque en menor medida desde luego todavía aún hoy algunas lo hacen, de la palmera.

Sin embargo, el paso de los años y el crecimiento urbano fue arrinconando dentro de la ciudad a los huertos de palmeras que, cada vez con mayor frecuencia, quedaban en desuso por su bajo rendimiento económico. Determinante fue para la pervivencia del Palmeral, tal y como hoy lo conocemos, las actuaciones realizadas entre el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX. Las talas indiscriminadas de palmeras, motivadas por el crecimiento de la ciudad y el crecimiento demográfico, diezmaron el Palmeral. En aquellos momentos, voces de ilustres ilicitanos como la de Pedro Ibarra se alzaron para denunciar el ataque que estaba sufriendo uno de nuestros mayores símbolos y demandando mayor protección.

Afortunadamente, la expansión urbanística posterior, a pesar de que el Palmeral fue menguando, consiguió encontrar un cierto equilibrio y respeto por este recurso natural y turístico. Desde entonces muchos han sido los movimientos surgidos dentro de la propia sociedad ilicitana destinados a exigir mayores niveles de protección y preservación del Palmeral. La implicación de toda la ciudad, con su Ayuntamiento al frente, consiguió que tal día como hoy, el 30 de noviembre del año 2.000, la UNESCO decidiera reconocer al Palmeral de Elche como Patrimonio de la Humanidad, hecho que llenó de orgullo a todos los ilicitanos, que habían conseguido conservar este singular legado natural a través de los siglos.

Actualmente, el Palmeral se enfrenta a varios problemas de distinta complejidad. Uno de ellos, la presencia de un insecto conocido como el picudo rojo, llegado de África, se ha convertido en tal vez la amenaza más importante que jamás ha tenido el Palmeral. Así, durante los últimos años la plaga se ha extendido por nuestro término municipal, afectando viveros y huertos de palmeras en buena parte del término municipal.

Somos conscientes de que el insecto ha penetrado en el denominado palmeral histórico y contra él se está librando una batalla en la que estamos dispuestos a hacer todos los esfuerzos que resulten necesarios. Sin embargo, sólo podemos afrontar este desafío siendo conscientes de que debemos realizar mayor inversión pública en todas las vertientes de trabajo y, singularmente, incrementar los medios destinados a una adecuada conservación y a la investigación.

En directa relación con ello, cabe señalar que la Ley de Tutela del Palmeral de 1986 ha servido durante todos estos años como el marco legal adecuado y ha conseguido contribuir a la salvaguarda de nuestro preciado patrimonio. No obstante, tras casi treinta años de vigencia y con los profundos cambios sociales experimentados, se hace necesaria una reflexión profunda que nos permita actualizar la Ley con el fin de garantizar el equilibrio oportuno entre una ciudad moderna y los huertos tradicionales que la pueblan y, sobre todo, que sea una herramienta útil que nos permita su adecuada conservación. Del mismo modo, es necesaria la aprobación en el plazo más breve posible de un Plan Especial de Protección del Palmeral que dé respuesta al objetivo de preservar el Palmeral de la presión y las tentaciones urbanísticas y que, además, tienda en el largo plazo a la recuperación de huertos destinados a usos asociados a la actividad urbana.

Junto a ello, se hace necesario poner en marcha un Plan de Gestión del Palmeral de Elche, que atienda las necesidades cotidianas pero imprescindibles para garantizar la buena salud de cada palmera.

Estas son las prioridades que nos planteamos y en las que ya estamos trabajando. Con su puesta en marcha no se pretende más que armonizar patrimonio y modernidad, pasado y futuro, pero sobre todo poner en marcha instrumentos que contribuyan al objetivo deseado mayoritariamente en la ciudad, que no es otro que legar a las generaciones venideras un palmeral de titularidad pública, abierto a la ciudad y los ciudadanos, en buen estado y, sobre todo, un palmeral que, por primera en décadas, crezca y aumente el número de ejemplares y de superficie, y gane protagonismo en ciudad. Recuperar el esplendor de nuestro palmeral, para Elche y para el resto del mundo.