Es miércoles, 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Mi amiga Cristina y yo caminamos de vuelta a casa tras asistir en el Ayuntamiento al acto institucional conmemorativo que ha tenido lugar esa mañana. Por la calle se dirige a nosotras un grupo de siete u ocho chavales (sólo chicos) de unos doce o trece años informándonos del día que es y diciendo que ellos están tratando de concienciar a la gente. Nos piden educadamente si nos pueden poner en la solapa una pegatina con un lazo violeta en el que se puede leer «No a la violencia de género» y nos dan también unas pinzas de la ropa que ellos mismos se han encargado de decorar. En la mía pone «Ni + Ni - Iguals». También nos dan un pequeño panfleto donde aparece una mano morada y varias frases contra la violencia machista. Nos quedamos tan embobadas que ni les preguntamos nada. Únicamente les dimos las gracias. Luego supimos que eran del colegio alicantino «Aire Libre». En muchos centros educativos hay docentes que hacen grandes esfuerzos todo el curso y también en fechas señaladas por coeducar. Y eso nos da esperanzas para creer que el futuro que nos espera es mejor, mucho mejor que el presente.

El mismo miércoles, pero por la tarde, salgo de casa camino de la concentración organizada también para conmemorar la cita. El barrio está completamente a oscuras. No sé qué ha ocurrido con el alumbrado. En una esquina más abajo, a la escasa luz de una de las pocas farolas que se resiste al apagón, dos hombres de unos cincuenta años hablan en animada conversación. Uno de ellos comenta lo oscura que está la calle y se despide del otro diciéndole que lleve cuidado, no vaya a ser que lo violen. El otro, entre risas le contesta: «¡No me caerá esa breva!». Quizá estaba pensando en que una mujer que le resultase atractiva sexualmente le forzase a mantener relaciones sexuales y esa idea no sólo no le desagradaba, sino que desearía que fuese una realidad. Quizá si estuviera, por ejemplo, en una cárcel, no fantasearía con ello? La violación, esa cultura patriarcal en la que han (hemos) sido socializadas tantas generaciones pasadas, está todavía muy presente. Es esa cultura que a nosotras nos priva de libertad por el miedo y se la concede a ellos al adiestrarlos para creerse dueños de todo el espacio y de todas las mujeres.

Me hubiera gustado preguntarle a aquel grupito de chavales tan majos qué opinaban de esa conversación entre esos dos adultos ¿Lo hubieran identificado con violencia machista? ¿O sólo nos quedamos con los asesinatos y las agresiones?