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Javier Mondéjar.

El Indignado Burgués

Javier Mondéjar

Tolerancia cero

No digo yo que algunos no se lo hayan buscado, pero se está criminalizando la figura del empresario más allá de lo razonable. Me cuentan que en una reciente reunión, uno de ellos, en absoluta minoría, harto de que acusaran al colectivo de especuladores, depredadores y hasta de la extinción de los dinosaurios tiró su tarjeta encima de la mesa y les dijo que podían llamarle cualquier día para que les diese cincuenta nombres de empresarios libres de toda mácula. Yo no sé si cincuenta, pero al menos por una veintena pondría la mano en el fuego.

Lo que pasa es que hay destacados hombres de empresa, de esos cuyo consejo de administración no diferiría mucho de los «Consiglios de la Famiglia» (Ver El Padrino parte II) que merecen que en las plazas públicas se les dedique por pública cuestación una estatua ecuestre, pero en el papel de caballo. O eso, o un patíbulo. Pero de ahí a decir que todos los empresarios son iguales sería como generalizar que todos los jugadores de pádel votan al PP; pues hombre, alguno le dará a la pala y al mismo tiempo votará a Podemos, digo yo.

Pero claro, ¿cómo vamos a defender al conjunto del empresariado si sus representantes -con nobles excepciones- están como están? No es mucho ejemplo que determinados dirigentes estén en los tribunales día sí, día no. No ayuda nada que esté en cuestión el propio futuro de las patronales, aunque ojo, que no hay nada en las tablas de la ley que señale que las instituciones son eternas. Nada que inventa el hombre es para siempre; anda que no tenían una buena organización los romanos y los vándalos entraron a saco en Roma, aunque es verdad que no es que se romanizaran los bárbaros, es que los romanos ya estaban barbarizados.

Hay empresarios que no creen en sus organizaciones, muchos y muy notorios. Son los que dicen que las directivas de tanto mirarse el ombligo se olvidan de las masas empresariales que ni comulgan, ni participan ni quieren saber nada de los que hay, aunque tampoco tienen claro que se necesite otra cosa y, mucho menos, dónde se encuentra el caballero blanco que pueda levantar de las ruinas humeantes aunque sea una caseta de perro. Lo que sí veo son gentes que me recuerdan el cuento de aquel carpintero al que dieron un bloque de madera para hacer un San José y después de reducir a astillas el tarugo, cuando se encuentra con un palillito masculla para sí: «Si aquí hay un San José, yo lo encuentro». ¿La cuestión es hurgar más aún en el palillito o reconocer que te has equivocado y empezar un nuevo bloque?, pregunta que excede la capacidad de este simple Indignado Burgués y que dejo ahí.

No se trata de hacer publicidad de uno de los combatientes en este «Juego de Tronos» en el que se han convertido las organizaciones empresariales, hasta ahí podíamos llegar, pero como bípedo individual y escribiente me hizo muchísima gracia escuchar a Navarro este miércoles en el Congreso de Responsabilidad Social que otros habían hablado de ese tema pero que él iba a hablar de la «Irresponsabilidad Social». Espero que no me lleve a los Tribunales -que como tiene costumbre lo mismo ya le ha cogido gustito a la cosa y le da por acometer a este humilde columnista- por apropiarme de la idea de la irresponsabilidad social, entendida como mirar para otro lado cuando suceden cosas extrañas en tu entorno. Pues mira, le compro la idea de que es irresponsable no hacer lo suficiente cuando vemos conductas que no se ajustan a la moralidad, o se despilfarran fondos públicos, o se otorgan concesiones a los amigos, o se tira con pólvora de rey con dinero ajeno, o aprovechamos que estamos en una organización para conseguir un contrato con la propia organización, o?

Me apunto a que con todo esto hay que tener tolerancia cero, para mantener la salud de nuestras organizaciones empresariales, tan pachuchas ellas, y del propio estatus de los hombres (y mujeres) de empresa, tan cuestionados ellos (y ellas).

Y si hay que pagar copyright, pues de algún lado saldrá, espero.

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