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Francisco Esquivel

Un señor es poco

La leyenda del pianista del océano pertenece al monólogo Novecento, del dramaturgo Alessandro Baricco, que Tornatore, el de Cinema Paradiso, llevó a la pantalla y que el actorazo que es Miguel Rellán está paseando por escenarios como el del Aula de la Cam en Alicante, hoy Teatro del Mediterráneo. Tras la actuación, el entrañable y polifacético Juan Luis Mira, comentó: «Pasarán los años y diremos "yo lo vi". No es ya la memorización, sino lo que transmite».

La pieza de orfebrería que cinceló esa persona de orden llamada Gil Olcina, rector honorífico y sabio de la UA, para ensalzar la dimensión del profesor Pedreño en su despedida del campus que con él floreció fue de tal maestría que, aún sabiendo el daño del que éste fue objeto veinte años atrás durante su investidura en el Rectorado, uno se pregunta si solo por escucharla no merece la pena ser atropellado. Sobre todo porque, después de aquel tremendo pasaje, Andrés Pedreño se recompuso y, desde que se apartó del rectorado, no ha dejado de estar a la vanguardia promoviendo proyectos al frente de equipos cada vez más jóvenes a los que se les cae la baba con la capacidad que despliega para ponerlos a cien. En cambio, la leyenda urdida el 11M y representada en primer plano por el protagonista principal de la agresión a la universidad de Alicante fue contra la que se estampó su ambición.

Ahora, la casa en la que se desarrollaron los acontecimientos ha querido hacer patente la gratitud y pedirle a su hijo pródigo que no se aleje demasiado; los compañeros le han reiterado la inmensa fortuna de tenerlo ahí y la Generalitat, por boca del presidente, ha dejado constancia de quién fue entonces el servidor público. Por su recto proceder, Andrés Pedreño se vio envuelto en una atmósfera de afecto y admiración. Se trata de esa fibra que no la traspasa ninguna afrenta.

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