Aunque este martes Florentino Pérez volvió a recurrir a la teoría de la conspiración, a la búsqueda del enemigo exterior para capear el temporal, hay demasiadas evidencias de que el problema está dentro. Y concretamente en el vestuario, donde la figura de Rafa Benítez está seriamente cuestionada. Nada insuperable cuando las reticencias llegan de los suplentes, o de jugadores complementarios, pero una catástrofe si parte de los pesos pesados, como ocurre en este caso con Cristiano Ronaldo y Sergio Ramos.

Los dos grandes líderes de la plantilla, reforzados en su papel tras la marcha de futbolistas con el peso de Xabi Alonso o Casillas, no han reparado en gestos que cuestionan la credibilidad de Benítez ante sus compañeros y la opinión pública. Cristiano Ronaldo se marchó del Sánchez Pizjuán despotricando contra el planteamiento -«demasiado atrás», se leía en sus labios camino del vestuario-, y Sergio Ramos no dudó en contestar a las críticas del entrenador por un error en el partido frente al Atlético de Madrid que desembocó en un penalti.

En su regreso al Madrid, Rafa Benítez no ha tenido ni el beneficio de la duda. Su labor ha estado permanentemente condicionada por el recuerdo de su antecesor, Carlo Ancelotti. Desde el momento en que Florentino Pérez ignoró la opinión de los pesos pesados del equipo puso las bases del desastre.

Tampoco ayuda su empeño en mantener al frente de los servicios médicos al doctor Jesús Olmo, al que señalan como uno de los causantes de la destitución de Ancelotti, al relacionar sus métodos de entrenamiento con las lesiones de la pasada temporada. Los jugadores no confían en la profesionalidad de Olmo y, además, le consideran un espía del presidente, hasta el punto de negarle la entrada al vestuario. Algunos, como Sergio Ramos, ya no disimulan el malestar. Cuando, a cuenta de su repetida lesión en el hombro le preguntaron su opinión sobre Olmo, el defensa reconoció que no es del agrado de la plantilla. Pero el Madrid acababa de perder su primer partido de la temporada en el Pizjuán y Ramos consideró que no era el momento de hurgar en la herida. Otro conflicto aplazado en un club que no gana para sustos.