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Francisco Esquivel

El lado oscuro

Jason Rezaian es un periodista irano/estadounidense, reportero del Washington Post, que se ha chupado por ahora cerca de quinientos días de cárcel en Irán. Según las autoridades del país, que encima acaba de establecer relaciones con Estados Unidos, el colega ha ido a parar a la trena por «espionaje y propaganda contra la República Islámica». Joder con las repúblicas, qué tonito están adquiriendo últimamente.

Jason, que ha resultado condenado a través de un juicio secreto -toma del frasco- y de cuyo veredicto se enteró por la tele del centro penitenciario, sabrá ya también a estas alturas que el portavoz de la Judicatura, un tal Moheseni Ejei, reveló en conferencia de prensa que «la sentencia incluye pena de cárcel» pero que no podía dar más detalles pese a estar entre ellos uno nada menor como es la duración de la pena. O sea, que no sabe para cuánto tiene. Viendo estos espectáculos, habrá que congratularse del estado de nuestra Justicia, aunque claro, para hacerlo, no queda más remedio que estar al cabo de la calle de lo que ocurre por Irán y en regímenes de corte similar, porque, si no, la verdad es que cuesta.

Lo ocurrido al reportero ha sorprendido a su propia abogada, quien no ha tenido noticias ni del veredicto ni del resto de pormenores y a la que no se le ha permitido acceder a las pruebas contra su cliente, amén de tener prohibido hablar del caso, que te pones en lugar del recluso y piensas: para eso mejor que me defienda mi perro, que al menos ladra como un condenado.

El presidente iraní y el del parlamento han aprovechado para deslizar la posibilidad de un intercambio con presos en Estados Unidos, mientras Reporteros Sin Fronteras denuncia que los barandas tienen a buen recaudo a 65 periodistas y blogueros. O 432, a saber. Mejor no poner la mano en el fuego, que lo atizan.

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