En marzo de 2011, unos meses después de que estallara la Primavera de los Jazmines de Túnez (la única experiencia que salió bien en la región en su momento y que ahora hay quienes se empeñan en eliminarla), se manifestó la sublevación contra la dictadura en Siria de Al-Asad, el hijo reemplazó a su padre en el poder, tan dictador como el otro. Desde 1970 esta familia gobierna con mano de hierro el país, un régimen supuestamente «republicano-presidencialista y laico», que gozó del respeto de la comunidad internacional. En cuatro años el conflicto ha provocado la muerte de más de 200.000 personas, el desplazamiento y exilio de al menos cuatro millones. Un país arruinado y en ruinas, millones de personas malviviendo en Jordania, Líbano, Turquía y otros países.

En Europa parece que la llegada de unos miles de refugiados a su territorio obliga a tomar conciencia de lo que está sucediendo. Hasta Ángela Merkel viajó a Turquía ofreciendo dinero para que este país contenga el éxodo y de paso «descongeló» con vagas promesas el ingreso turco en la Unión Europea. Habrá que subrayar que Alemania es el Estado europeo que más refugiados está acogiendo y no es de recibo decir que necesitan mano de obra barata o que es una manera de suavizar la crisis demográfica. Mano de obra y niños y niñas se necesitan en toda Europa; especialmente, por ejemplo, en España: el país se está convirtiendo, distraídamente, en una sociedad envejecida.

La situación en Siria se ha convertido en una catástrofe humanitaria de incalculables consecuencias. Miles de personas, sin recursos, atrapadas en tierra de nadie. Siendo moneda de cambio de países que, tras los atentados de París y de Mali, recelan ahora y ponen obstáculos a la acogida de refugiados. Como siempre, el hilo se suele romper por la parte más frágil.

Diecisiete países, la Unión Europea y las Naciones Unidas se han reunido en Viena con el propósito de parar la guerra civil siria. ¿Civil?, todo menos civil. Ninguna luz al final del túnel. En los próximos días se repetirá el encuentro en Viena. Más que una partida de ajedrez, esta es de go, juego predilecto de los militares asiáticos, aficionados a la estrategia. No es suficiente pedir que las Naciones Unidas convoque a todos los que están combatiendo. La ONU no tiene el poder de hacer milagros.

Le falta al mundo árabe una Revolución Francesa, sin guillotina en lo posible, pero conviene escribir asimismo que Europa necesita en estas circunstancias otra revolución ante tanto austericidio. El llamado liberalismo también aspira a tener todo el poder y no conoce la piedad.