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Toni Cabot

De Longhi a Chechu

Hace veinte años, en el penúltimo y efímero paso por Primera División, aterrizó en el Rico Pérez Damiano Longhi, un centrocampista italiano que llegaba al Hércules con la misión de decorar el centro del campo a base de brochazos y lecciones aprendidas en el Calcio, algo que en principio vestía bien, pero que acabó en fiasco. El tal Longhi, que sólo fue titular en ocho ocasiones, se apartó definitivamente de la batalla por unas molestias en un dedo del pie. Cuando Quique Hernández, acuciado por las bajas, le pidió que se infiltrara, el italiano movió otro dedo, el de la mano, aclarando que 'pinchacitos, ni uno'. Longhi, evidentemente, no dejó huella en el Hércules, todo lo contrario que Chechu Flores, ejemplo de futbolista profesional y comprometido, que no dudó un segundo en disputar la promoción de ascenso con el dedo roto. Protegido con una fibra de vidrio flexible «made in Sigfrido Sastre» que debía cambiar en el descanso al quedar destrozada y empapada de sangre, el andaluz no sólo jugó hasta el final sino que bordó su participación convirtiéndose en el referente de una afición que necesitaba un elemento así. Su renovación no solo es necesaria, también hace justicia.

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