En este 25 de noviembre, en que conmemoramos el Día Internacional para Eliminar la Violencia contra las Mujeres, tenemos que ser justos y reconocer que estamos lejos de lograr que las mujeres vivan libres de discriminación. De hecho, en algunas cuestiones hemos experimentado un frenazo que no deberíamos habernos permitido nunca. Seguimos viendo que las mujeres son las que pierden más a la hora de conseguir un empleo, que la brecha salarial aumenta, que retrocedemos en la aplicación de políticas educativas igualitarias...

Y, en cuanto a la violencia contra la mujer, no hemos podido, o no hemos sabido aún, curar esta herida abierta. A lo largo del pasado año 2014 se registraron un total de 54 víctimas mortales causadas por la violencia de género, mujeres con nombre y apellidos, mujeres cuya vida se vio truncada sin sentido. Este año son ya 48 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas.

La sucesión de muertes causadas por la violencia de género es, sin duda, uno de los temas que más debe avergonzarnos como sociedad desarrollada. Si queremos avanzar hacia una mayor igualdad, justicia y equidad, la violencia de género es una amenaza contra la democracia, la paz y la estabilidad de nuestras ciudades, de nuestros países.

A pesar de que se trata de una realidad persistente y muy alarmante, la violencia de género parece que pasa desapercibida para buena parte de nuestra sociedad, como si fuese un problema ajeno, que no tomamos en serio hasta que nos toca cerca. Esta violencia es, en efecto, un crimen silencioso, un delito que a menudo no se percibe de puertas para afuera, que queda en el silencio del hogar. De ahí la importancia de fomentar campañas de concienciación en las que todas y todos estemos involucrados, de una forma u otra, en denunciar aquellas actitudes sospechosas o anómalas que podrían esconder este tipo de violencia. Y es que, a menudo, sólo podemos apreciar la parte más visible de la violencia machista, mientras en el fondo quedan los malos tratos psicológicos y verbales, las constantes humillaciones, el sufrimiento en soledad.

Por este motivo, es imprescindible que seamos capaces de crear un frente común ante esta situación, un frente educativo, judicial y político que nazca de un consenso social amplio y esté respaldado por toda la sociedad. La violencia de género debe ser atacada desde diferentes flancos. Quizás el más importante sea el educativo. La prevención, como primera medida, es fundamental, por ello la necesidad de atajar el problema desde los ámbitos escolares con talleres enfocados hacia esta cuestión. En una segunda fase, es necesaria la intervención judicial para que no quede duda alguna de que estos crímenes execrables deben ser castigados de forma inmediata, de que no tienen cabida en nuestra sociedad.

Corregir, solucionar y eliminar este drama que es la violencia de género ha de ser una prioridad en las políticas sociales que desarrollen las administraciones públicas. La acción política debe estar encaminada a la prevención, intervención y apoyo incondicional a las víctimas. Ese debe ser nuestro compromiso ante la violencia de género. Las consellerias de Justicia e Igualdad han incrementado el presupuesto dedicado a la lucha y prevención de la violencia machista, al tiempo que se ha reforzado el sistema asistencial a las víctimas. Y en el ámbito local, es de suma importancia que los Ayuntamientos recuperemos las competencias de igualdad, prevención y reparación, muchas de las cuales fueron arrebatadas en los últimos años por el gobierno central. Con ello se daría la posibilidad de una intervención más eficaz, dada la cercanía con las víctimas, y de diseñar políticas educativas activas que, ajustadas a su contexto social, podrían obtener mejores resultados. Nunca se insistirá lo suficiente en que es precisamente en la educación en el respeto y en la igualdad donde tenemos la más poderosa arma contra la violencia machista. Y todo ello sin olvidar que, junto a esta acción institucional conjunta, debe estar presente el convencimiento y el compromiso de cada mujer y cada hombre de que hay que eliminar para siempre la desigualdad y cualquier forma de violencia contra la mujer.

Elche, lamentablemente, ha sido una ciudad muy castigada por estos crímenes en este año 2015 que está a punto de cerrarse. Como alcalde de Elche deseo expresar mi más absoluta repulsa a estos crímenes de odio y mostrar nuestro más absoluto compromiso como gobierno con las víctimas, nuestro compromiso con aquellas mujeres que a día de hoy todavía sufren en silencio. Porque nada puede justificar nunca un insulto, una humillación o un golpe.

A ellas, a las víctimas, quiero decirles que toda la sociedad ilicitana está con ellas, que estamos trabajando, desde el Ayuntamiento y las asociaciones de mujeres, para ayudarlas. Que pueden hacerlo acudiendo a sus centros sociales, aquellos que queden más cerca de sus domicilios, donde les atenderán convenientemente. Que pueden llamar al 016, el número habilitado para las víctimas de la violencia de género, y allí les guiarán. Que todos y todas debemos estar alerta para denunciar cualquier actitud o hecho violento, porque la violencia de género es cosa de todos, y únicamente si nos involucramos todos en una postura común de «tolerancia cero» ante la violencia podremos detener, prevenir y tratar estos hechos.

Definitivamente, la violencia contra las mujeres no es un asunto exclusivo de las mujeres. Nos afecta, y mucho, a cada uno de nosotros. Trabajando juntos, levantándonos contra cualquier forma de violencia contra la mujer, conseguiremos estar más cerca de la paz, la seguridad y la igualdad que queremos sean los valores que identifiquen la nueva sociedad que queremos hacer realidad en los próximos años.

Este 25 de noviembre nos debe servir para expresar nuestro compromiso firme con la igualdad real, en todos los ámbitos de nuestra vida diaria. Nos debe servir para proclamar, con claridad, que vamos a retomar y fortalecer la lucha contra la discriminación, contra la desigualdad, que vamos a impulsar políticas y medidas concretas que pongan fin a una situación de discriminación, de violencia contra la mujer, que no deseamos y que no vamos a consentir que esté presente en nuestro futuro.