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Por un cambio social

Han pasado dieciséis años desde que la ONU fijara tal día como hoy para concienciar internacionalmente contra la violencia de género y este año ya son cincuenta y cinco las mujeres que han muerto en España a manos de sus parejas y exparejas. Cada una de estas muertes representa un doloroso fracaso de una sociedad que lava su mala conciencia en este asunto reclamando la aplicación con dureza de la legislación vigente contra el maltrato.

La ley se aplica, desgraciadamente, cuando ya hemos fallado previamente en todos los momentos de la vida a las mujeres muertas; a quienes aún no lo están, pero sufren vejaciones de todo tipo mientras vecinos, familiares y amigos miran hacia otro lado evitando implicarse por un pretendido falso pudor ante la intimidad, y a los hijos que quedan traumatizados.

Las concentraciones en la calle después de cada muerte, las campañas de concienciación y la Ley contra la Violencia de Género, que cumple once años, no parecen estar dando resultado. Hay que ir más allá. Hay que, de una vez por todas, promover un cambio que pasa, como todos, por modificar la mentalidad de una sociedad que cada día demuestra que no se ha sacudido el machismo. En los hogares, las madres y padres no pueden consentir que un niño se sienta superior a su hermana por el simple hecho de su masculinidad, porque es quien transmite el apellido. En los colegios e institutos, los profesores se deben involucrar e impedir que a una niña se le margine e insulte por el simple hecho de que quiere jugar al fútbol en el patio o porque sueña con ser ingeniero en robótica.

Basta ya de hipocresía social. En la era de la revolución tecnológica no podemos mantener que hay cosas de niños y cosas de niñas; que las mujeres, pese a garantizarles la ley la igualdad desde el mismo momento de su nacimiento, sean tratadas como inferiores a los hombres por las familias, por las empresas y por la sociedad, en general. Las mujeres, como colectivo, han dado en el último siglo un paso de gigante en sus libertades, mientras la sociedad, como tal, lo ha dado de pigmeo.

Mientras sigamos creyendo, equivocadamente, que la violencia de género es algo que se lucha desde la calle o las leyes, seguirán produciéndose muertes. Sólo desde la educación, y desde la aceptación convencida de la sociedad, se puede acabar con esta sinrazón.

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