Se cumplen ochenta años del debut del Hércules en la primera división, con resultado adverso de 0-1 ante el Real Madrid de Ricardo Zamora, Ciriaco y Quincoces. Aquel equipo blanquiazul, que encabezaba en las alineaciones Pérez, portero que llegó a ser internacional, y que contaba entre otros con Maciá, Tatono o Morera, al que birlamos al mismísimo Barcelona, acabó en un meritísimo sexto lugar. En la directiva figuraba Eladio Pérez del Castillo como vicepresidente, posteriormente elegido presidente al término de la temporada y con la guerra civil a un mes vista. Volviendo a la realidad del 2015, nos encontramos con un club en bancarrota, en una categoría similar a la tercera de antaño, con una plantilla justita para intentar estar en los puestos cabeceros, con un entrenador que a estas alturas de campeonato no ha dado con la tecla que dé continuidad a los buenos resultados, y una directiva, que exceptuando a algún que otro componente, no es que no den la talla, es que no son sino marionetas en manos del accionista mayoritario, Enrique Ortiz, que como viene siendo habitual designa para el cargo más representativo, la presidencia, a incompetentes como García Pitarch o el actual Carlos Parodi.

Anda el presidente actual enredado con el Ayuntamiento con el tema de las obras, que si se cumplió con lo firmado, que si falta esto o lo otro, que si el dinero y las cuentas no salen, que si la nueva corporación exige cuentas claras ante las irregularidades detectadas en las obras que por valor de más de cuatro millones de euros el club venía obligado a llevar a cabo para remozar el Rico Pérez, etcétera, etcétera. La conclusión del apócrifo presidente, no es otra que clamar a los cuatro vientos que «el hostigamiento del Ayuntamiento puede acabar con la desaparición del Hércules». Y lo dice sin sentir el mínimo de vergüenza, siempre al dictado de quien le paga, siempre al servicio de Ortiz, nunca, en ningún caso, del Hércules.

No le des más vueltas Parodi, todo Alicante sabe muy bien quién sería el responsable si se llegara a dar tal lamentable circunstancia de la desaparición del Hércules; sí, ese mismo, Ortiz, en ningún caso la corporación municipal, ni el alcalde, ni su valido. Ni siquiera tú, asalariado en canonjía. Si acaso has contribuido a ello desde la pasividad bien pagada.

Hablando de desapariciones, lo que necesita este Hércules es que desaparezcan los que hasta la fecha vienen dirigiendo su destino. Los que le han llevado a esta situación agónica; que se vayan cuanto antes. Que no se pongan gallitos, que bien sabe el máximo accionista que los tribunales de la ciudad están repletos de causas e imputaciones contra su persona por querer tomar atajos en negocios y plusvalías varias. Su falta de compromiso con la entidad es tan patente, su ambición desmedida para hacerse con el dinero allá donde pace, es tan de sobra conocido entre los ciudadanos y aficionados, que como siga en su línea habitual, la chulería y la prepotencia, a nadie sorprendería que el «extraño caso de las obras de remodelación» acabe en las salas de justicia a las que tan habituado está el señor de los ladrillos.

Dice Parodi que es muy difícil trabajar cada día con piedras en el camino. Es bastante probable que su subconsciente le haya jugado una mala pasada, y hayan salido a relucir las que parecen haberse utilizado en otro lugar y obra distinta, en vez de usarlas en el Rico Pérez, como afirma el ahora jefe de urbanismo y pseudo alcalde Pavón, quien duda de la ejecución de dichas obras en tiempo y forma. Lo que fuera pasteleo con la anterior corporación, haciendo cada cual lo que le venía en gana, ahora ha pasado a ser «hostigamiento» por el mero hecho de requerirel cumplimiento y la veracidad de unas exigencias contractuales.

A la palestra han salido conversaciones telefónicas, que, con Ortiz como actor principal, ponen en duda la honorabilidad de todos los actores que intervienen en este sainete de las obras de remodelación del Rico Pérez. Una entidad casi centenaria como el Hércules puede aguantar cornadas como las que le está dando el máximo accionista desde su despacho, pero la experiencia nos dice que todo tiene un límite, la extinción por latrocinio y pésima gestión de la añorada CAM, así nos lo dice. Obras son amores, y a Ortiz tiempo ha que no se

le quiere.