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Arturo Ruiz

Un caso único en Europa Occidental

Desde el siglo XIX, se vinculó el tren con modernidad, desarrollo económico y futuro. También con prosperidad vital: la sabiduría que concede el viaje, acudir a otras tierras para aprender de ellas o recibir aquí a sus mensajeros para ilustrarse con sus relatos de latitudes lejanas. El Montesquieu de la Francia ilustrada arrollada ahora por la barbarie llamó a eso método comparativo: sólo los zoquetes se esconden tras sus fronteras; para no serlo, hay que salir del pueblo y hay que recibir forasteros.

Hubo un tiempo en el que las comarcas de la Marina conocieron de la mano de los míticos sonidos de locomotoras y chirridos de vagones una era de auge gracias a dos trenes: el que unió Dénia con Valencia fundado a finales del siglo XIX y el que enlazó Dénia con Benidorm y Alicante a partir de 1915 y del que ahora se han cumplido cien años. El problema es que el primero ya no existe y el segundo arrastra su siglo de existencia con peores prestaciones de las que tenía hace cinco décadas: se tardan tres horas en transitar noventa kilómetros. De récord.

Lo que le pasa a las comarcas de la Marina y al litoral de la provincia debe ser un caso único en toda Europa Occidental: una geografía que vive del turismo, que es el arte de persuadir a la gente para que viaje, carece de un transporte público digno; un rincón de este planeta conocido en media Europa -no hay hijo de vecino en Manchester que no haya pasado un fin de semana en Benidorm- está aislado, parapetado, inaccesible, como si fuera sólo apto para aventureros osados. No es del todo así. Pero casi.

A lo largo de los últimos años, empresarios y vecinos han exigido el Tren por la Costa (Valencia-Alicante por el litoral), que es el que resolvería este problema: hay ahora un nuevo movimiento social en Dénia que lo reivindica y en Benidorm claman cada año por la llegada del AVE, por la conexión ferroviaria a El Altet. Lo hacen con la misma perseverancia con la que las administraciones de todo color niegan el presupuesto necesario para iniciar unas obras bosquejadas ya desde 2000 que corren el riesgo de convertirse en otro mito imposible, lacerando así la autoestima de estas dos comarcas y poniendo una vez más en tela de juicio la credibilidad de sus instituciones.

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