Con los atentados cometidos en Paris por el terrorismo islamista del Daesh que han costado la vida a más de 130 personas, graves heridas físicas a más de 200 y una perpetua, silenciosa e invisible herida a millones de seres humanos, la ciudadanía se pregunta el porqué de tanto horror. Pero también se pregunta el porqué de tanta indefinición, tantas dudas, tantos complejos, tanto miramiento y temor del mundo libre y democrático para con estos criminales; y, por qué no, de tanta equidistancia, de tanta tibieza en tantos sectores de estas sociedades, especialmente la europea. Y si nos referimos a ciertos colectivos españoles, incluidos algunos partidos políticos, el grado de estupefacción y desasosiego generados por sus reacciones y comentarios alcanza cotas muy difíciles de asimilar teniendo en cuenta que ellos dicen predicar la libertad, defender la democracia y luchar por los derechos humanos, especialmente los de la mujer. No es verdad.

Resulta repugnante, por obsceno, que cuando grupos islamistas radicales cometen estos atentados y la mayoría de la sociedad exterioriza un sentimiento de rabia, una legítima voluntad de defenderse y castigar a los culpables, vengan enseguida ciertos sectores del buenismo y la progresía internacionalista para matizar que todo es fruto de una violencia anterior, culpa de Europa, y por la falta de comprensión y tolerancia con el mundo musulmán al no entender la multiculturalidad que representa, por no compartir con ellos sus valores. La culpa mutua: ni nosotros somos tan buenos ni ellos son tan malos, concluyen. Es la gran mentira y el gran logro del relativismo, de la multiculturalidad en una sola dirección, del buenismo, de la equidistancia, de una ciega y bobalicona Alianza de Civilizaciones que valora por igual las democracias europeas con los países musulmanes donde los derechos humanos (especialmente los de la mujer) y las libertades no existen.

¿Es posible comparar los derechos de la mujer en el mundo libre con el de los países islámicos? ¿Son compatibles los derechos humanos con la lapidación, la flagelación, la amputación de manos, la persecución y ahorcamiento de los homosexuales, como ocurre en algunos países islámicos? ¿Son esos los islamistas moderados? ¿Aún no nos damos cuenta? El barrio bruselense de Molenbeek, uno de los grandes focos del terrorismo islámico, alberga el mayor número de musulmanes de Bélgica. ¿Es marginación y pobreza lo que los lleva al terrorismo, como pretenden hacernos creer los que siempre miran hacia otro lado? No. Muchos otros colectivos sufren pobreza y marginación y no se convierten en terroristas. La inmensa mayoría de musulmanes quiere vivir en paz, es cierto, como también es cierto que la inmensa mayoría de musulmanes no ha salido en manifestación multitudinaria para protestar contra los crímenes cometidos en nombre del Islám, ni tampoco lo han hecho en los países islámicos. Sin embargo, la inmensa mayoría de musulmanes sí salió a manifestarse contra las viñetas de Mahoma, como lo hicieron masivamente en sus países. Tras las masacres de París, Londres o Madrid, escuchamos protestas de algunos imanes, sí, pero no las contundentes manifestaciones de repulsa de las comunidades musulmanas. De ahí que en el partido de fútbol entre Turquía y Grecia muchos aficionados turcos silbaran el minuto de silencio por París al grito de «Alá es grande». ¿Islamismo moderado? Pero enseguida salen las acusaciones de islamofobia hechas por los mismos y las mismas que siempre callan sobre los derechos de la mujer o la persecución de homosexuales en esos países.

Cuando nuestro ministro del Interior dijo que debíamos ser muy prudentes respecto a la posibilidad de que entre los refugiados se colaran miembros del terrorismo islámico, los equidistantes, el buenismo multicultural, la gauche divine, los relativistas y la extrema izquierda, lo crucificaron. Hoy, tras los asesinatos de París nadie niega esa realidad. Sin embargo, los miembros y miembras que gobiernan el Ayuntamiento de Córdoba, PSOE, IU y Ganemos (Podemos), tras el minuto de silencio por París, guardaron otro minuto de silencio por las víctimas del bombardeo francés en Raqqa, bastión de los terroristas en Siria. Y Pisarello, teniente de alcalde del ayuntamiento de Barcelona, dice que Hollande responde a las muestras de solidaridad y de condolencia con más terrorismo desde el aire. Y Pablo Iglesias no firma el pacto antiyihadista pero propone un idílico «Consejo de Paz». ¿Será para que todos y todas, cogidos de la mano, canten el himno a la alegría? Qué delicia más progre. ¿Lo habrá consultado con su futuro ministro de Defensa, Julio Rodríguez? Vaya papelón, mi general.

La equidistancia, la multiculturalidad unidireccional, la estulticia, la tibieza, el miedo, la hipocresía, lo políticamente correcto, los complejos, la maldad y el buenismo cómplice han permitido a los verdugos sentarse en la misma mesa de las víctimas. Silencio con los derechos de la mujer, silencio con las lapidaciones, silencio con el ahorcamiento de homosexuales, silencio con la vulneración de los derechos humanos, silencio con el odio a la libertad, silencio con la persecución y asesinato de cristianos. Silencio, silencio? que no se molesten, es mejor así. La culpa igualitaria. Cero grados; ni frío ni calor. Qué miserable.