No soy Ingrid Bergman ni Humphrey Bogart toca el piano para mí, más quisiera? porque con lo que veo últimamente por el mundo, en este «mercado» masculino cada vez más curioso, hace que se te vaya antojando volver a los cincuenta en esta parte, al menos? pero no, no he tenido la suerte de poder decir lo de «play it again Sam?» mientras un rizo dorado cae sobre mi frente y me bebo a sorbitos una copa de esos «Dry Martini» que son propios de un pedazo de «escenón» en blanco y negro del celuloide más auténtico (ultra cude, como diría una amiga mía americana...). Una escena memorable que se me venía a la cabecita camino, precisamente, de Marruecos el martes pasado a una visita de trabajo que me ha llevado por todos los rincones de un país que voy conociendo, cada vez, más. Este periplo semanal, que empezó escuchando a mi alcalde, y amigo, Gabriel Echávarri en Valencia (este es ese momento en el que, escribiendo esto, siento las dagas sobre mi espalda por «tamaña osadía»?) en Valencia, paso por Madrid para hacer una sesión de fotos genial para la revista LOVE con mi buena amiga Verónica Prieto (genial mujer, ejecutiva, directiva y madre también), ha sido digno de la Ilíada o de la Odisea, por intenso y lleno de experiencias sorpendentes. La primera el «gustazo» de chocarme literalmente con la última experiencia de los hermanos Bataller en el aeropuerto de Madrid, y parece que ahora en Barcelona también. Essenza By Sha es el gran invento de una familia emprendedora y ejemplo de trabajo e ideas innovadoras en esta provincia y en esta comunidad. Desde Alfaz del Pi, donde el Sha Wellnes es la «Perla de la Corona», han puesto en marcha estos rincones de paz, «gourmet» macrobiótico y ecológico (ojo, pero muy rico), masajes expréss, peluquería, estética, relax, microspa? Una de esas cosas que cuando vas como el cráneo, corriendo por todos lados (y en Barajas, créanme, como en casi toda España pero más? la gente corre y corre) agradeces sobre manera, y encima a precios de normalidad absoluta. Pues de ahí, todavía empecé, zumo vegetal «en ristre» una semana que me ha llevado a comer a un restaurante de arroces incluso en tierras marroquíes. Casa Jose, en Casablanca, es un pequeño rincón de Levante y del sur entre calles de una ciudad que me ha dejado fascinada, más que Humphrey si cabe. Marruecos tiene aroma a nuestra tierra, palmeras que presiden cada rincón, arboles como las bellotas que componen bosques de riqueza increíble a las afueras de Rabat, playas que bañan este Mediterráneo común y una economía que da gusto ver por días porque, además, la ofrecen por doquier a unos españoles que miramos desde nuestras ventanitas con ojillos de incredulidad. Levante es tan parecido a estas tierras que, por momentos, no se dónde he despertado cada mañana. Y ya de vuelta a casa, hasta la moda y el arte me ha parecido un vehículo común. Como diría mi amigo y director del mejor proyecto que se hará en cultura nacional desde nuestra tierra alicantina, el gran Pepe Calvo con Hünter, la cultura y la pasión (más menos...) son esos vehículos (él quizás elegiría el erotismo y el desamor...) que no distinguen entre fronteras, sino que unen pensamientos y generan la magia del ser humano. Así que, ni corta ni perezosa, dispuesta a ver cómo las bodas, los bautizos y las comuniones (que no los funerales, por ahora...) hacen de nuestras ciudades referentes de la moda nacional. Rostros sociales como la pequeña Esther Sanchís o la joven Anais Rueda han protagonizado en Expobodas las mejores imágenes de una firma de la tierra, Morilee. Y que siga la fiesta, nunca mejor dicho. Bon diumetge.