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Isabel Vicente

CON OTRA CARA

Isabel Vicente

40 años de nada

Cuando murió Franco yo tenía 13 años y, pese a que han pasado ya 40 más, lo recuerdo perfectamente como un día histórico y solemne en el que no hubo colegio y que generó horas de televisión mostrando a miles de personas en una cola para ver el cadáver del dictador con más pena, al menos en apariencia, que alegría. Que poco después ya no quedara más que algún trasnochado franquista en este país, es otra historia. De hecho y, curiosamente, aún quedan algunos que este fin de semana, por el cuarenta aniversario de su muerte, se echaron a la calle para añorar no tienen ni idea qué, dado que la mayoría de los que ahora cantan el «Cara al sol» brazo en alto apenas han sido destetados. Una que sí habla con conocimiento de causa -parcial, es verdad- es su hija Carmen Franco Polo, quien confesaba el otro día en una entrevista a un periódico nacional que su padre «no se enteraba de nada mío» y que «no teníamos contacto directo», justificando esta indiferencia como cosa de la época: «En aquel tiempo los hombres delegaban el cuidado de los hijos a las madres». Yo le podría hablar de las mañanas del sábado en las que mi padre me llevaba a la librería a comprar cuentos, o al parque a ver a los peces del estanque, pero es verdad que mi padre era un humilde zapatero y no un «generalísimo». En cualquier caso, es verdad que los tiempos han cambiado hasta el punto de que Carmen Franco, a sus 89 años, se muestra comprensiva e incluso complaciente con los devaneos de hijos y nietos y con su hija Carmen Martínez Bordiú, a la que califica de «agradable, entrañable, cariñosa, buena persona y con una vida sentimental intensa», lo que en otra época se hubiera calificado de putón verbenero y que le hubiera supuesto aparecer en un tablón de aquellos que había en mi pueblo en los que se señalaba a las parejas que el sereno pillaba metiéndose mano en un banco del parque. Reconoce, eso sí, Carmen Franco que su padre está mejor en el otro mundo, algo en lo que hay que darle la razón por lo que pasó en España, aunque en su caso lo dice «por lo que pasa en Cataluña». Pero bueno, a los muertos hay que dejarlos en paz.

Lo que hay que reconocer es lo rápido que han pasado estos últimos 40 años. Ahora que tras los atentados en París está desgraciadamente de actualidad valorar hasta qué punto se puede ceder en libertades por ganar en seguridad, no vendría mal echar la vista atrás a esos otros 40 que pasaron mucho más lentos y en los que, como resalta su hija, Franco trajo agua, seguridad social y vivienda, pero en los que los derechos del contrario se podían pisotear con impunidad.

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