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En pocas palabras

Mirada humanista

Qué es lo que hace tan especial Truman, lo que la diferencia del resto, eso inasible por lo que te atrapa desde el primero hasta el último de sus fotogramas? Hacía tiempo que no me sentía tan feliz en una sala de cine. Tan vivo. Creo que Cesc Gay logra algo tan complejo como es crear una atmósfera, un tono. Y quedas completamente a su merced. Estoy de acuerdo con Carlos Escolano cuando afirma que esta práctica es cosa de virtuosos como Hirozaku Koreeda. Pero desde luego que por estos lares no estamos acostumbrados a tal grado de sutileza.

Conseguí abstraerme por completo a la hora de enfrentarme a Truman como si no supiera nada de ella. Y mira que era difícil por cuanto no la vi, ni muchísimo menos, como es costumbre, antes de antes. Primero llegaron ecos de las sesiones privadas de medios en Madrid, con mensajes que contaban maravillas. Después el acabóse de San Sebastián. Las críticas positivas. Y, sobre todo, los testimonios directos de quienes habían vivido la experiencia. Sí, porque ahora que está de moda regalar «experiencias», así en genérico, viajes, terapias, balnearios, una sesión de Truman lo es. En grado sumo.

Conseguí abstraerme de todos y cada uno de los datos que conocía sobre la película en el momento del visionado (y era difícil, ¿cómo olvidar minutos de oro de televisión como esa entrevista que Cayetana Guillén Cuervo realizó a Cesc Gay rememorándole los últimos días de su padre, Fernando Guillén, mientras ensayaban Una pistola en cada mano?). Me dejé llevar por su mirada humanista, y volé en caída libre.

Ya se ha dicho todo del duelo entre Ricardo Darín y Javier Cámara, pero cuánto me estremecieron las presencias de todos esos mal llamados secundarios. Menuda galería. Qué grandes las apariciones de Elvira Mínguez, Ana Gracia, Francesc Orella y Susi Sánchez. Qué enormes Eduard Fernández y José Luis Gómez. Y qué presencia tan potente la de Silvia Abascal, incluso desde el silencio. Qué ángel.

Qué generoso el guión de Tomás Aragay y el propio director hacia sus criaturas. Qué hallazgos tan sutiles a la hora de crear situaciones partiendo de unos recursos mínimos (cómo se puede introducir un elemento como un mechero para construir una de las secuencias más emocionantes de la década).

Argumenta Sergi Sánchez en la única crítica publicada a la contra que a Truman le falta contexto. Que no se sabe de dónde viene la amistad de los protagonistas y que eso es jugar con las cartas marcadas. He reflexionado sobre las palabras de Sergi y puede que no le falte razón. Pero cuando estamos tan cansados de ver películas en las que si algo falta es empatía (desde ma ma hasta la inminente La novia) a un derroche de talento y de sutileza como el de Cesc Gay tampoco vamos a ponerle pegas.

Por cierto, que el domingo por la tarde, a las 6, hora cinéfila donde las haya, acudí a ver la Palma de Oro en Cannes en unas salas de bandera, y éramos 4. Pero esa es otra historia y no es cuestión de manchar ahora el karma hasta el que nos ha conducido Truman.

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