Cuatro décadas después de la muerte del máximo protagonista de la dictadura que lleva su nombre la sociedad española se parece muy poco a la de 1975. Con buena parte de la población actual nacida después de que se produjeran las primeras elecciones democráticas tras cuarenta años de dictadura, la presencia de los ideales, por llamarlo de alguna manera, en que basó su existencia una de las dictaduras más largas y sangrientas que se recuerdan en Europa han caído en el más absoluto de los olvidos. Si se la recuerda es, por un lado, como representación del periodo más cutre, rancio injusto y lleno de desigualdades que ha dominado en algún momento la historia de España y, por otro, como ejemplo de lo que nunca debe volver a ocurrir: que un sector del ejército y de la población española apoyado por la Iglesia esté dispuesto a cualquier cosa para terminar con una democracia, por muchos defectos que ésta pueda tener.

Dijo Francisco Ayala en su libro Recuerdos y Olvidos (Alianza Editorial, 2001) que la principal característica de Franco es que fue un cazurro astuto. Sólo así, creemos nosotros, puede entenderse que consiguiera perpetuarse en el poder durante tantos años. Para ello hizo de todo: ejercer la venganza sin control, perseguir a los vencidos hasta su último día de su vida y, sobre todo, permitir la rapiña sobre los que perdieron la guerra, circunstancia esta, la de la victoria, que el régimen dictatorial se encargó de repetir todos los años pudiendo los acólitos del Régimen apropiarse de las cátedras de las universidades vacantes por haber huido de España o haber sido asesinados sus titulares así como quedarse con sus bienes y su dinero. Creía Ayala que Franco fue un enano rodeado de gigantes como Churchill, Roosevelt o De Gaulle que tuvo, sobre todo, una intención: acabar con los valores de la Ilustración. Por eso su empeño en acabar con la II República. La República de Azaña y la de la Institución Libre de Enseñanza. También la de Machado y la de Miguel Hernández. En el franquismo valores como la ética, la moral y la decencia fueron denigrados desde las instituciones. Frente a un ensalzamiento de principios católicos subyacía en realidad la pillería, la corrupción, la violencia machista, las bromas crueles sobre los discapacitados y las prebendas para los partidarios de la dictadura. Franco se erigió como fuente de derecho y supremo Caudillo a imagen y semejanza de Hitler, cubriendo España de un manto nazi que tuvo como protagonistas a la Falange y al nacionalcatolicismo.

¿Qué queda del franquismo en la España de hoy? Se ha dicho que la principal herencia que cuarenta años de dictadura dejaron en nuestra sociedad democrática ha sido la aceptación de la corrupción como un algo inevitable, como algo consustancial a la esencia humana. El entramado de corrupción que se desarrolló durante el franquismo tuvo su epicentro en la propia Administración y aquella normalidad con la que se vivía dejó un poso de podredumbre que todavía hoy sufrimos. No es cierto que con la democracia y la aparición de los partidos políticos surgiera la corrupción; aquellos que la practicaban buscaron acomodo en la democracia. Con Franco convertido en fuente del derecho, con capacidad para dictar normas secretas y con un parlamento títere, el régimen jurídico entonces en vigor supuso la negación de la democracia, la libertad y los principios básicos de un sistema legal que otorgase a los ciudadanos un mínimo de seguridad jurídica.

La sociedad española se ha desprendido, poco a poco, de la influencia que los pilares en que se basaba el franquismo ejercieron sobre los españoles. La perniciosa autoridad que la Iglesia católica llevó a cabo sobre la vida de los españoles se ha ido eliminando poco a poco desde que la democracia llegó a España y, aunque aún observamos resabios de aquella, las nuevas generaciones tienen claro que en su moral y en su ética no puede dar órdenes una institución plagada de casos de pederastia y con su cúpula viviendo en el lujo. Además, el ejército ha asumido, con el paso de los años, que se encuentra bajo el dominio del poder civil, algo que hoy día parece fundamental para poder hablar de un Estado bajo el imperio de la ley.

En estos años la derecha española, a pesar de poner trabas a todos los cambios que en materia de derechos sociales y de igualdad se han ido produciendo, ha asumido, a veces con calzador, que España nunca va a volver a ser el cortijo de unos cuantos dirigido por un corifeo. Con la llegada de la democracia se cumplieron muchos de los sueños que tuvieron los firmantes del manifiesto fundacional de la Agrupación al Servicio de la República de 1931, movimiento creado por Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala y Machado. Lo peor del franquismo fue la represión ejercida sin piedad sobre los vencidos pero también que personas buenas como Ortega y Gasset o Gregorio Marañón fueran neutralizadas intelectualmente por miedo o interés, y que otros, como Machado, murieran lejos de la tierra que les vio nacer y por la que tanto lucharon.