Más duradero que el bronce, como quería el poeta latino, es tu recuerdo que intenta contener un montón de años y muchas vivencias acumuladas en nuestro común periplo universitario en continua y gozosa compañía, disfrutando siempre de tus valiosos conocimientos en Historia del Arte.

Después, sin dejar nunca del todo lo universitario, en el Archivo Municipal de Elche, que tuvo la suerte de tenerte de director la otra mitad de tu fecunda vida para ordenarlo y enriquecerlo, manteniendo a la par siempre cercano a cuanto de interés ciudadano y cultural pudieras llenar de sentido, atracción y valor, para la capital de las palmeras, de la Dama y el «Misteri».

Como también dirigiendo con aire innovador y certero acierto el servicio de publicaciones del Instituto de Cultura Juan Gil Albert, donde volvimos a coincidir en mutuos afanes durante cuatro años.

Se bien que ahora mismo abundante líneas hermosas y siempre sinceras pudieran invadir este diario, añadidas a la luctuosa noticia de tu repentino fallecimiento. Podría dar nombres de tantas y tantos del claustro universitario alicantino, de tu propio Archivo y de tantos otros cercanos y lejanos que contaron con tu ayuda y consejos, como del Instituto, que, mejor que yo mismo, pero desde luego sin mayor voluntad y con el mismo cariño y amistad glosarían tu personalidad, tan rica como llena de matices.

Si se me permite en solo tres líneas: envidiable tu critica acerba de lo que no merece ser considerado como «lo que visto o sentido produce placer» ( «quae visa placent») de los clásicos, tu socarronería siempre divertida, tu sentido crítico general, tu conversación inacabable y una admirable profundidad de conocimientos de cuanto se produjo artísticamente en la Edad Moderna de nuestra historia occidental.

Rosa y Mar, desde cada uno de nosotros y muy especialmente aquí y ahora desde mi mujer Cari y yo mismo, el sentimiento de la pérdida y el acompañamiento más cariñoso, en lo que seguro coincidimos muchas y muchos más.