Tras el incremento estos últimos días de los casos de crímenes de violencia de género que se agolpan y multiplican en las negras estadísticas de la Administración, la sociedad y los ciudadanos siguen sorprendidos ante la repetición de estos hechos. Y además, justo en una semana a la que había precedido una amplia manifestación social en contra de estos hechos en los que se está asesinando a la persona con la que una persona decidió iniciar una vida en común, y sobre la cual, lejos de protegerla, acaba matándola sin escrúpulos y en muchas ocasiones con saña y odio profundo, como hemos visto en los casos en los que se llega a asestar infinidad de puñaladas a la víctima.

Por ello, supone un sin sentido comprobar estos casos en los que las diferencias personales que puedan existir entre las parejas no se resuelven con una ruptura de la relación si las mismas no se pueden resolver por la vía de la palabra o las cesiones personales para permitir la continuidad de la relación. Se resuelven con el crimen, con la agresión que acompaña a un «si no quieres estar conmigo te mato», con una acción llena de espíritu posesivo en el que impera el objetivo de demostrar con el crimen hasta dónde puede llegar una persona si no se hace lo que esta dice, plantea, o pone sobre la mesa acerca del camino por el que debe discurrir la relación. El crimen de género constituye así la máxima manifestación de la expresión y sentimiento de propiedad que se tiene por el autor del hecho, hasta el punto de que no solamente quería ejercerlo durante la relación entre ellos, sino que lo concluye hasta arrebatarle lo que más valía tiene para el ser humano: la vida. Esa vida que la pareja inició en común, que discurrió por el sendero de la violencia y en el que en lugar de seguir cada uno un camino distinto concluye con un crimen.

Criticable y detestable supone escuchar cómo se ha producido un asesinato u homicidio a personas que no tienen relación personal entre ellos y que se producen por esas extrañas «razones» que los seres humanos pretenden poner como «cheque» para hacer valer el justificante de este hecho. Pero peor es que ese crimen lo sea a tu pareja, a la madre de tus hijos, a quien el objetivo principal es proteger y que se acaba al final con su vida de la forma más detestable posible. Y al tratarse de una reacción cruel suele utilizarse en un porcentaje elevadísimo de los casos un arma blanca o cuchillo para causar al final más daño o sufrimiento a la víctima, como consta en los estudios que sobre este tema se han venido realizando en el Observatorio de Violencia doméstica y de género del CGPJ.

Hemos hecho mención a que la sociedad sigue sin comprender cómo seguimos estando en un escenario en el que los hechos y las cifras se agolpan cada año sin bajar, y en muchos periodos incluso incrementándose, cuando en otros temas como el terrorismo o la mortalidad en carreteras hemos podido vender esas cifras y anularlas o reducirlas al máximo con políticas y acciones eficaces que han tenido extraordinarios resultados. Pero en este tema las políticas y acciones son, incluso, mayores que en los dos temas antes expuestos y, sin embargo, no podemos vencer a los hechos y las estadísticas, creándose una sensación errónea de que no se está haciendo nada por los responsables de luchar contra la violencia de género. Porque lejos de ello las reformas legales en esta materia han sido mayores que en cualquier otra, e incluso se ha llegado a criticar la «dureza» con que se ha legislado penalmente en estos casos. Pero, sin embargo, quedó en el tintero en la última reforma del Código Penal adicionar a los hechos que se sancionan con la pena de prisión permanente revisable estos execrables casos en los que de forma despiadada y sin escrúpulos se acaba con la vida de tu pareja. El mayor sin sentido que puede existir en la vida de una persona es haber acabado con la vida de uno de «los tuyos», y cada mes la estadística en este tema sigue creando la cifra más poco entendible que existe en la criminalidad. Nótese que con la actual regulación legal la pena de prisión permanente revisable es difícilmente aplicable a los casos de violencia de género. Solo se aplica si además de la mujer se acaba con la vida de un hijo menor de 16 años o una persona con discapacidad, pero debería reflexionarse sobre la verdadera dimensión de lo que sigue ocurriendo y no entender que estos crímenes son «uno más», porque no lo son. Igual que es atroz y antinatura acabar con la vida de tus hijos lo es también acabar con la vida de tu pareja y ello debe llevar consigo la penalidad más grave que sí se aplica para casos de terrorismo, como la prisión permanente revisable, porque? ¿acaso no puede calificarse como tal la comisión de estos hechos? ¿Acaso no es excepcional la situación que estamos viviendo? Contestemos a estas preguntas y veremos qué respuesta dar a lo que está pasando. Porque respuestas hay, o debe haberlas, a tantas preguntas que se sigue haciendo la sociedad. Y si hay que repensar algunas que hemos dado habrá que hacerlo, no decir que el crimen no es evitable. Porque uno puede no serlo, pero tantos?