De manera habitualmente escuchamos que el futuro del transporte de viajeros pasa por la intermodalidad, refiriéndose al uso alternativo y continuado de diferentes modos de transporte en un determinado viaje. La intermodalidad no es intrínsecamente buena o mala, es únicamente la consecuencia del uso racional de los diferentes modos de transporte. La intermodalidad en el transporte de viajeros se relaciona siempre con el uso de varios modos de transporte, la rapidez y la combinación tarifaria.

En el caso de la ciudad de Alicante, teóricamente, disponemos de varias alternativas de intercambio teniendo en cuenta los distintos modos de transporte: autobús urbano-autobús urbano, autobús urbano-autobús interurbano, autobús urbano-tranvía, autobús urbano- ferrocarril, autobús interurbano-autobús interurbano, autobús interurbano-tranvía, autobús interurbano-ferrocarril y tranvía-ferrocarril.

El intercambiador de transporte es el punto en que los pasajeros cambian de un modo de transporte a otro, además ser de punto de encuentro de distintos operadores y modos. Así el intercambio se puede efectuar en una parada o en un intercambiador más potente como puede ser una estación que integre al menos dos de los siguientes modos: tren, autobús o tranvía.

Los intercambios (transbordos) entre los autobuses urbanos e interurbanos de cercanías se realizan a lo largo de las paradas de redes radiales y/o diametrales que discurren dentro de la ciudad de Alicante.

Los intercambios entre los autobuses urbanos e interurbanos de cercanías y el tranvía se realizan en los puntos de intersección de las redes, diseñadas sin ninguna previsión de coordinación.

Sin embargo, los intercambios ferrocarril-tranvía, autobuses de largo y medio recorrido-ferrocarril y tranvía no disponen de nodos (puntos de encuentro) donde se puedan realizar. No existe, en este caso, ningún intercambiador propiamente dicho. En consecuencia, calificar de dislate la implantación actual de infraestructuras de intermodalidad del transporte de viajeros en Alicante es una valoración benigna, por las razones que vamos a detallar.

El tranvía es un estupendo modo de transporte de viajeros de superficie, siempre y cuando atienda los suficientes volúmenes de demanda que permitan su sostenibilidad económica. En el caso de Alicante, el diseño soterrado del tranvía lo hacen económicamente insostenible, pero como es una infraestructura pública se sostiene con dinero público que, en realidad, es de la ciudadanía aunque en alguna ocasión se haya afirmado que no es de nadie. Todas las obras de túneles y soterramiento de las avenidas de Alfonso el Sabio y de la Estación no han permitido realizar una conexión de manera próxima entre el tranvía y el ferrocarril, de forma tal que el intercambio modal se debe realizar con un recorrido de más de 500 metros, después de sortear 6 o 7 semáforos.

En cuanto a la conexión autobús interurbano-ferrocarril se ha perdido una oportunidad al tomar la decisión atropellada de trasladar la estación de autobuses a la zona del Puerto para liberar la plaza Séneca para la construcción de un aparcamiento que luego, por motivos de la crisis, no llegó a efectuarse.

La estación de autobuses de Alicante arrastra una especie de maldición histórica, pues se inició su construcción en 1946 y se inauguró de manera provisional en el año 1949 para ser trasladada en el año 2011 a una nueva localización, también provisional. Podría haberse acercado al ferrocarril, al lado de cuya estación existe espacio, pero no, se eligió una ubicación en dirección opuesta en una zona despoblada, al lado del Puerto y con una barrera de tráfico como es la avenida Loring.

De esta manera, se ha alejado unos 600 metros más la estación de autobuses de la estación de ferrocarril. Este alejamiento implica que hay que facilitar, al menos, la conexión del transporte urbano con el transporte regular que rinde viaje en la estación de autobuses pues tampoco hubo problema para prolongar las líneas interurbanas de cercanías y algunas líneas urbanas con un incremento de costes millonario para las arcas municipales.

En estos momentos no existe ninguna infraestructura que facilite el intercambio ferrocarril-tranvía ni el ferrocarril-transporte regular, ni el tranvía-transporte regular de medio y largo recorrido. Visto el estado actual de las infraestructuras básicas necesarias para hacer una apuesta por la intermodalidad en Alicante, cabe la pregunta: ¿se podrían haber hecho peor las cosas?