La curiosidad o las circunstancias, vaya usted a saber, pueden llevarte un día a descubrir que algunas historias, aparentemente sólidas, eran meros relatos interesados, construidos para servir de excusa o realzar la publicidad de un régimen político, como es el caso que quiero contar. Solo apariencias, pero pocas realidades en las que sostenerse.

El premio nobel mexicano, Octavio Paz, describió magistralmente esta condición en el Laberinto de la soledad: «No vemos sólo con los ojos sino con nuestras pasiones, intereses, ideas y creencias. Vemos a través de nuestra historia».

Si, además, como ha ocurrido con la sociedad española, hemos vivido durante 40 años un régimen de ausencia total de libertades, no cabe la menor duda que se han manipulado nuestras realidades históricas y se han sustituido por sentimientos o patrañas que hoy, en muchos casos, debemos analizar detenidamente. No deberíamos asustarnos, porque recientemente hemos comprobado cómo algunas fuerzas nacionalistas que, desde la instauración de la democracia llevan gobernando en sus regiones, han llevado a cabo una verdadera limpieza étnica de los conocimientos y del pasado histórico inmediato, hasta el punto de llegar a afirmar sin ningún pudor intelectual o científico que relevantes hechos históricos han sucedido o no en función de inventar la historia de un pueblo y retorcer la verdad hasta que coincida con los intereses propios.

Este es el caso de la denominada Marcha Verde del pueblo de Marruecos para recuperar sus provincias del Sur, en 1975, entonces bajo protectorado español. Hoy sabemos suficientemente cómo se produjo la primera recuperación de Marruecos por parte de su pueblo en los años 1955 y que aquella recuperación legítima para poder ejercitar plenamente su soberanía se aceleró como consecuencia de las enormes torpezas de los gobiernos franceses y alguna de los gobiernos españoles. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Francia creía que las cosas iban a seguir igual en el protectorado marroquí y que continuaría sine die aquel pacto que se había firmado para repartirse Marruecos, en 1912, cuando Francia y España definieron los límites de la ocupación francesa en el centro del país y de la ocupación española en la zona norte así como en el Sáhara.

Nada siguió igual, tras los nuevos equilibrios nacidos de la II Guerra Mundial y de la Guerra Civil Española y, entre los años 1955 y 1956, tanto Francia como España reconocieron la independencia de Marruecos y el rey Mohamed V pudo regresar de su exilio forzado en Madagascar. Siempre me he preguntado por qué Marruecos no hizo cuestión con el territorio del Sáhara hasta el momento de la agonía del dictador Franco. Al parecer, la respuesta se encuentra en la posición conflictiva, desde el punto de vista diplomático, entre España y Francia. Esta última no reconocía a España con legitimidad en el concierto internacional por su condición de país no democrático y dictatorial. Al contrario, España siempre se ponía del lado de Marruecos, especialmente si con ello irritaba a Francia. Era el producto de la doctrina Beigbeder, aquella especie de espía que estuvo al frente del Protectorado español en Marruecos durante la Guerra Civil, y que convenció a las autoridades marroquíes de que existía un protectorado bueno y un protectorado malo y que nosotros siempre seríamos una garantía de unión entre pueblos hermanos, que podrían llegar, cómo no, a formar una unión entre el norte de Marruecos y el sur de España, es decir revivir el antiguo califato de Córdoba. Visión romántica puede ser, pero muy eficaz en el pueblo marroquí. No olvidemos que además Franco tenía una deuda con Marruecos, en la medida en que la había utilizado de plataforma golpista, sin oposición por parte de las fuerzas nacionalistas marroquíes que mantuvieron una posición neutral, esperando en un futuro tener también relaciones con las fuerzas invasoras nazis por si fuera necesario, aunque ellos no tuvieran esa ideología. El dictador Franco, en base a esas relaciones, había embarcado más de 80.000 mercenarios marroquíes para su causa en la Guerra Civil española, eso sí, no había más motivo que las cuatro pesetas diarias de soldada y la comida asegurada.

Pero en plena agonía del dictador, el rey Mohamed V, de poderosa inteligencia, se percató de que no podía dejar la situación de las provincias del sur de Marruecos en manos de nuevos acontecimientos y nuevos agentes políticos, desconocidos en ese momento. Además, la situación interna de Marruecos impulsaban al rey Mohamed V a fomentar un nuevo espíritu nacionalista, uniendo a las fuerzas políticas y sociales marroquíes en torno al objetivo nacional de recuperación del país propio.

España ocupaba un territorio de superficie igual a la mitad de España, con sólo una población de 75.000 personas, Franco había anunciado en 1971 el inminente abandono de España de las provincias del sur de Marruecos y los españoles solo sabíamos de aquellas tierras nuestras letanías en clase de geografía y la presencia del valiente Tercio de la Legión. En Marruecos, por el contrario, las fuerzas políticas y sindicales marroquíes siempre estuvieron a favor de su rey, excepción de unos pocos partidos de extrema izquierda que proclamaron su apoyo a la denominada independencia saharaui, lo que hizo que perdieran mucho prestigio ante el pueblo. Al pueblo español se le hizo creer que esta invasión no era nada pacífica y que aprovechaba la debilidad del dictador, no la del régimen, pero al tiempo, presos de pánico, autoridades y ejército huían porque «era la mejor solución para evitar muertes de civiles», aunque ya estaban preparados los documentos para entregar las provincias del sur a su legítimo dueño, el pueblo de Marruecos. La Marcha Verde llegaba tarde 20 años o había esperado 20 años, sería más exacto decirlo así, y ponía al descubierto una forma de colonización, porque como bien dijo el profesor Minc, cada colonia o protectorado abandona con el estilo o la naturaleza del país colonizador, al fin y al cabo es la etapa final de un proceso que muere. Los ingleses colonizaban proyectando su sistema político para crear un futuro gran mercado económico. Los franceses, al contrario, proyectaban su sistema administrativo centralista, con sus gobernadores sus colonos y sus agentes económicos, de tal forma que cuando deben salir del país colonizado lo hacen con verdaderos traumas y con jirones en sus banderas. España, más cercano al estilo francés, parece que en este tipo de colonias lo único que ha hecho ha sido beneficiar negocios oscuros y otras corruptelas, que sólo favorecen a una pequeña administración militar y civil junto a sus amigos, unos cuantos negociantes avispados. Por tanto, cuando hemos debido abandonar estos países por el propio peso de la razón y la historia, hemos descuidado dejar una huella profunda de amistad, relaciones comerciales y culturales para mantenerla viva. No es menos cierto que con el paso del tiempo el buen carácter español lleva al acercamiento al país que en su día fue colonizado e intenta recuperar las relaciones perdidas, comprobando, como es el caso de Marruecos, el enorme afecto que permanece.

Finalmente, en esta recuperación de la realidad en el cuarenta aniversario de la Marca Verde, debemos atender que no sólo se puso de manifiesto nuestra forma colonizadora, sino que también quedó al desnudo y sin explicaciones la realidad de lo que era el Sáhara, el pueblo saharaui y el denominado Frente Polisario, dejando que fueran los ideólogos tercermundistas y de extrema izquierda los que construyeran una realidad que poco se parece a la verdad, por lo que ya va siendo hora de que los españoles reconstruyamos la veracidad sobre el Sáhara o provincias del sur de Marruecos, sin prejuicios ni buenismos, aceptando que, como es natural, toda historia tiene claroscuros.

Una cosa más, para acabar, el antropólogo Julio Caro Baroja, tras meses conviviendo con las tribus saharauis, escribió un memorable libro, Estudios saharianos, lúcido estudio sobre los pobladores del Sahel occidental, aquellos que gustaban de llamarse a sí mismos los hijos de la nube. «La sociedad nómada saharaui se proyecta en el tiempo más que en el espacio». La Marcha Verde tuvo la virtud de precipitar nuestra marcha de un país que pertenecía a sus legítimos dueños, los marroquíes, incluyendo las provincias del Sáhara o sur de Marruecos y que hoy nos recibe con la mano tendida, intentando proyectar un sistema similar al de nuestras comunidades autónomas sobre estas provincias como estímulo para la definitiva reconciliación de todos los hijos de la nube.