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Marc Llorente

Expectativas frustradas

El tema de una obra, por interesante que sea, requiere un planteamiento y un desarrollo que satisfagan. Invernadero, de Harold Pinter (Nobel de Literatura en 2005), interesa a priori y puede defraudar a mucha gente. Es un autor para adeptos a las características de sus piezas. Espacios cerrados, diálogo impredecible con ingredientes del llamado teatro del absurdo, sentido metafórico y mezcla de realismo y misterio. No es que eso esté mal por sí solo. El actor Gonzalo de Castro es el soberbio y gritón director del centro, y Tristán Ulloa interpreta a uno de los casi robotizados empleados. La actriz suiza Isabelle Stoffel es una especie de mujer fatal con su peculiar y discutible voz, así como Carlos Martos, Jorge Usón, Javivi Gil Valle y Ricardo Moya participan igualmente. Cumplen con su experiencia lo que exigen la obra y el prestigioso Mario Gas, que ha dirigido con ritmo la versión de Eduardo Mendoza. Una presunta casa de reposo donde los pacientes (que no se ven) sufren el autoritarismo de la institución. Por inquietante que sea la teoría y salvo momentos puntuales, lo que vemos y oímos no estimula, y algunos rasgos de sátira contribuyen a bordear el ridículo. ¿Farsa negra, dislocada y mordaz? Lo sería de lleno si viésemos escenas relacionadas con la aniquilación psíquica y otros asuntos que puedan ocurrir en la clínica, símbolo del poder total, eso sí, y de una sociedad alienada en un difuso sistema democrático. La jerarquía del excoronel imprime su voluntad sobre los empleados y las personas alojadas (simples números), de las que nos llegan oscuras sonoridades a veces. Sólo se ve un tratamiento con preguntas, electrodos y sonidos de alta frecuencia en uno de los sugerentes espacios. Escrita en 1958 como guión de radio, Pinter la convirtió en obra teatral y se estrenó en 1980. En la celebración navideña hay un discurso en el que se pide fe. Una muerte, un nacimiento y un final que descubre lo sucedido. Pinter no entra a fondo en la recreación aún a riesgo de cansar o de interesar reducidamente. Es una posibilidad escénica vista en el Principal de Alicante.

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