Francia nos ha lanzado en la historia tantos mensajes sobre la tolerancia que nos duele verla atacada por la intolerancia. Disparar al corazón parisino no es sólo un atentado a Europa: lo es a todo un mundo que ha construido su vida sobre unos valores de aceptación del contrario, de quien piensa diferente, de aceptación del pluralismo, de aceptación de la libertad.

Han pasado más de dos siglos desde que a muchos y muchas nos seduce uno de los artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 que surgió al calor de la Revolución Francesa: «La libre comunicación de los pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre». Lo contrario es fanatismo, imposición, opresión.

Francia, desde París esencialmente, nos brindó un proyecto de humanismo. No ignoramos sus claroscuros, pero cabe destacar ahora su mejor versión como escenario de la primera edición de la Enciclopedia que dirigieron Diderot y D´Alambert, la obra que quiso liberar el pensamiento, como eje de la Ilustración o como cuna de Voltaire. París se erigió en uno de los lugares -cierto que no el único- en donde se gestó un cambio en el modo de entender el poder, donde se combatió el absolutismo para mutar a los que eran súbditos en ciudadanos.

Resulta inquietante que no pocas preocupaciones de Voltaire sigan vigentes. En su Tratado sobre la tolerancia, un texto que recobró actualidad tras los atentados a Charlie Hebdo de enero, el autor parisino aludía al principio universal, extendido en sus días, de no hagas lo que no quieras que te hagan. Y reconocía no comprender -corría el año de 1763- que alguien pudiese pronunciar una amenaza tan inadecuada como «cree lo que yo creo y lo que no puedes creer, o morirás».

En nuestro siglo XXI estas palabras no son agua pasada ni una cita clásica o lejana. Por eso en ocasiones como éstas pensamos también en el requerimiento de una cultura que sobrepase el conocimiento técnico o el puro entretenimiento, de una cultura que pensadores, artistas y autores literarios cultivan de cuando en cuando y cuyo ejercicio reside en un compromiso con el tiempo que nos toca vivir.

La cultura con valores.