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Manolo Alarcón

La araña y la mosca

El lunes pasado, en una entrevista publicada por INFORMACIÓN, el portavoz de Ciudadanos (C's) en Orihuela, Juan Ignacio López-Bas, parecía, por algunas de sus respuestas, una mosca atrapada en una tela de araña de la que no sabía cómo escapar siendo consciente de que no pintaba absolutamente en el despacho de la Alcaldía; y, al mismo tiempo hacía con ello que el alcalde, Emilio Bascuñana, pareciera la araña, su araña. Otros con los que hablé esta semana pensaban que aquello que el exliberal decía se asemejaba más a una de esas canciones de Pimpinela, donde el amor o el desamor, según los momentos, se dan la mano.

Cinco meses después de que el Partido Popular recuperara la Alcaldía de Orihuela, y no gracias a C's sino a Cambiemos Orihuela, que negó la posibilidad de un pacto progresista, uno se pregunta qué es lo que une a esta extraña pareja que «sólo se dan (o reciben) amor» -López-Bas, dixit- una semana al mes: la que va antes de los plenos y ya ni eso. Para entender de la longitud de la paciencia de esta cuerda o de la elasticidad que tiene la goma de López-Bas y de algunos de los principales valedores de este proyecto político, como José Alcántara, sólo hay que ver un motivo: los sueldos. Yo no encuentro otro y sí, es triste decirlo; pero si no es eso, que vengan y lo expliquen.

Lo que le ha pasado a López-Bas con Bascuñana no es lo más grave de estos primeros cinco meses en los cuales el alcalde ha demostrado ser más araña que mosca porque no tiene a nadie contento (tampoco a uno lo eligen para eso, ¿verdad?) y ha colocado a una asesora, Mónica Díaz, por encima de los concejales divididos ya entre partidarios, gregarios, apartados o simples peones.

Y de puertas a dentro del PP ya saben que va por libre quienes pensaban que podían manejarlo o darle directrices o consejos, quienes se creían que ayudarlo en campaña tendría su premio si al final ganaba, están descubriendo que el médico al que se le colocó una alfombra roja hace tres años, con promesas para que, por muchas tortas que se diera, garantizarle que al final sería el candidato de la Alcaldía de Orihuela porque por una vez iba a ser el aparato del partido quien lo eligiera y no las bases. Genio y figura, suerte o... ¿es una araña más lista que nadie?.

Bascuñana, como todos los que han pasado por el despacho de la Esquina del Pavo, tiene mal de alturas y no por haberse ido a Londres a una Feria Internacional de Turismo para sacar pecho de los campos de golf que, evidentemente, no son el principal patrimonio de Orihuela (no se equivoquen ustedes, no lo son por mucho que nos lo repitan en unas tarjetas postales insulsas con imágenes sacadas de internet). El problema es precisamente que se ha convertido en un verso suelto que no atiende ni a las directrices de su partido ni ha cohesionado su grupo ni en la mayoría de asuntos de importancia parece saber de qué va Orihuela y, lo que es peor, tampoco algunos de sus concejales a los que hace mes y medio en una entrevista les puso un sobresaliente. Faltaría más. Pero Bascuñana, eso es innegable, tiene algo distinto. Les explico. Consiguió salir de su gestión en el Hospital Vega Baja (donde lo recolocó el PP tras perder las elecciones a la presidencia frente a Pepa Ferrando) sin que el hecho de que se dejara las obras sin acabar e incumplido los plazos preocupara a los sindicatos -al igual que su gestión- hasta dos meses después de que saliera de ese despacho. Entonces sí, y sólo entonces, lo criticaron.

Entró al Ayuntamiento sin tener que soportar (perdón, seguir los consejos y directrices) del interventor Fernando Urruticoechea -el que más ha mandado y decidido durante los dos últimos años en el Palacio del Marqués de Arneva al punto de que se han enderezado más cosas que las que se han torcido-, quien se encontraba de baja hasta esta misma semana, lo cual le ha permitido sacar adelante algunos desaguisados o herencias del PSOE y Los Verdes; y ha logrado que algunos pensaran que esas luces rojas que se encienden desde el primer día, advirtiendo que esto no funciona o va mucho más lento de lo que cualquiera hubiera esperado en un equipo de trabajo de sobresaliente, se vieran como algo lógico en cualquier arranque de mandato: «Vamos a darle cien días de cortesía», dijeron (no sé a quién se le ocurrió dar plazos si, al fin y al cabo, todos cobran desde el primer día y sabían a qué venían).

No hablaremos de Dinoco, del Ave, del Plan General, de concejales que eran asesores y ahora necesitan pagar a asesores para que los asesoren, de la importancia que le da salir en fotos con mensajes de a qué a ido que uno, la verdad, no entiende, o de que valores a sus asesores más por afinidad que por capacidad o estudios pero, la verdad, todo ello igual son minucias.

Aún nos queda por saber si Bascuñana es la araña o, igual, aún puede resultar que sea la mosca.

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