Frente a lo que pudiera parecer, las Organizaciones No Gubernamentales atraviesan en España una silenciosa crisis de la que se habla muy poco. Por vez primera desde la llegada de la democracia el número de ONG en España retrocede, se cierran entidades que llevaban años trabajando, hasta el punto que desde el año 2008 se calcula que alrededor de un 30% de las mismas han desaparecido en toda España. Algo que sorprende, en la medida en que no son pocos quienes piensan justamente lo contrario.

No hay duda de que las ONG han tenido un papel muy importante para paliar el enorme impacto de la crisis, particularmente en los sectores más precarios y con los colectivos más desfavorecidos. Pero al mismo tiempo, como consecuencia de las políticas ajuste aplicadas junto a los procesos de privatización impulsados, las ONG han sufrido muy por encima de otras instituciones el recorte de programas, partidas y subvenciones dirigidas a estas ONG así como a sus sectores de intervención, junto a retrasos en los pagos que se contabilizaban por años, cuando no impagos sobre actuaciones ya comprometidas que han obligado a muchas de ellas a cerrar, o en el mejor de los casos a prescindir de la mayor parte de sus trabajadores.

Todo ello ha generado una cierta paradoja, ya que con el aumento de la pobreza y el desempleo, los Gobiernos decidieron dejar que fueran ONG quienes atendieran a ese ejército de víctimas y damnificados por la crisis y por sus políticas de recortes que eran precisamente los sectores más vulnerables de la sociedad. Con ello, aumentaba el trabajo de las organizaciones de beneficencia como roperos, bancos de alimentos, comedores y albergues, extendiendo incluso su trabajo en la sanidad, la educación y la vivienda, pero eliminando al mismo tiempo espacios clave de participación e intervención para otras muchas ONG en áreas especializadas en las que venían trabajando desde hacía décadas. Solo en el sector de las ONG de desarrollo, el número de proyectos promovidos por estas organizaciones ha pasado de 6.200 en el año 2008, a apenas 2.800 en 2014.

Pero curiosamente, numerosos Gobiernos han preferido transferir recursos públicos a determinadas organizaciones para que ayudaran a estos grupos vulnerables, mientras no dejaban de aprobar políticas que aumentan todavía más esos mismos pobres que eran atendidos por estas organizaciones neocaritativas. Sin embargo y al mismo tiempo, para la gran mayoría de ONG se ha producido justamente lo contrario, una deliberada política de aniquilación, tanto por la vía de supresión de programas sobre los que intervenían, anulación de los órganos de participación de los que formaban parte, reducción al máximo, e incluso la completa desaparición de cualquier tipo de financiación, protagonizando impagos deliberados para imposibilitar su trabajo. Conozco algunas ONG en España a las que las administraciones para las que llevaron a cabo importantes servicios públicos tardaron en pagar con hasta tres años de retraso, algo imposible de soportar.

Todo ello responde a una política deliberada de reducción del tejido social y participativo, especialmente sobre aquellas ONG más combativas, más luchadoras, que llevaban años trabajando codo con codo con sectores y grupos sociales desfavorecidos, sacando los colores a gobiernos y a sus gobernantes. La ofensiva neoliberal que se está llevando a cabo con la excusa de la crisis económica trata también de promover una profunda reorganización de las sociedades contemporáneas, reduciendo los espacios de contestación y crítica sobre las políticas económicas dominantes, que se nos presentan como inexorables.

El resultado de estas políticas es un empobrecimiento de la sociedad civil y una creciente dejación de sus responsabilidades básicas por los Estados, imponiendo la creencia de que los pobres, los débiles, los más desvalidos, quienes no tengan dinero para hacer frente a sus necesidades más elementales, solo pueden ser atendidos desde las ONG. La solidaridad social como un valor colectivo que forma parte de las competencias de los Estados para generar cohesión social se sustituye por una política de selección natural a través de la responsabilidad individual, una especie de darwinismo social contemporáneo.

Sin embargo, el sector necesita de una profunda revisión que lleve a que ese modelo de organizaciones entendidas como proveedoras de servicios baratos, precarios y caritativos a las administraciones públicas dé paso a una nueva generación de ONG mucho más críticas, mucho más comprometidas, mucho más militantes, con bases sociales más amplias y dotadas de mayores niveles de especialización. Para ello, se necesitará también de un rearme ideológico entendido como un mayor conocimiento sobre los sectores y problemas en los que intervienen. A diferencia de lo que muchos creen, las ONG son un reflejo de la sociedad a la que pertenecen de manera que para tener organizaciones fuertes y vigorosas necesitamos también de sociedades y estados fuertes y vigorosos. Para las ONG no basta que tengan las cuentas bien hechas, sino que los hechos estén bien contados e interpretados.

@carlosgomezgil