Perdonen. Perdonen si les digo que no sé cómo empezar este artículo. Cuando uno se agolpa a los noticieros solo ve un puzzle de cadáveres desparramados por el suelo. Quiero que ustedes se pongan en el papel de las víctimas, que es el único reparto de dignidad posible. Usted se despide de su hijo que va a un concierto y se lo devuelven en una bolsa de plástico con una cremallera. El injusto paso por la vida de esos matarifes hace a las víctimas carne de cañón.

Sé que se dibujarán escenarios de comentarios políticos. Como si tuviésemos que buscar explicaciones a la barbarie. Cualquiera de los acontecimientos sangrientos que el mundo civilizado ha sufrido han venido de la no explicación. Porque si tú buscas el raciocinio de que una persona se unte su cuerpo de bombas para acabar con la vida de otros en el nombre de un dios, es inútil.

Sé que nuestra zozobra nos hace pensar en que este problema tiene difícil solución. Es verdad. Pero también es verdad que el Estado de Derecho se tiene que organizar para defenderse, para defender a sus ciudadanos. Por la misma razón que se organizó, y mira que se hizo tarde, la guerra contra el nazismo, se debería organizar la guerra contra la violencia yihadista. Yo quiero que se defienda la vida. Que el estado defienda la vida de los ciudadanos que configuran esta sociedad. Porque no hay bien más preciado que el respeto por la vida.

Hace dos viernes yo caminaba por esas calles donde la sangre hoy todavía está fresca. París ya estaba tomada por una ejército de militares y policías. Estaban en alerta máxima. Algo sabían, algo intuían. Esa maravillosa ciudad mestiza y abierta. En cierto modo los yihadistas y los nazis son iguales. Quieren el fin de las razas y del diferente. Me aproximé al Museo de la Shoa, a llorar por tantos judíos eliminados por la barbarie. La casa estaba tomada literalmente por la policía. Francia estaba acobardada.

Sé que establecerán lenguajes pacifistas para amortiguar una barbarie sin nombre. Pero ya no hay tiempo para el diálogo. Necesitamos defensa. Que nuestro Estado, ese que se quieren cargar estos malnacidos, se organice para luchar contra sus finanzas, sus apoyos mediáticos, sus apoyos militares, sus apoyos religiosos y sus apoyos políticos. Claro que tenemos que intervenir. Los ciudadanos de a pie, esos que son asesinados en el nombre de Alá, gritan contra la muerte. Porque una sociedad que no corta de raíz a todos aquellos que asesinan a nuestros hermanos, es una sociedad enferma de valores. Y para valores, el de la vida misma.

Sé que no traeremos consuelo para todas esas familias abandonadas a su suerte. Sé que algunos dirán que es un problema de educación, cuando no lo es. Es un problema de civilizaciones. Hay gente que no piensa como yo, pero no mata por ello. Y hay gente que mata porque piensa que el nuevo paradigma de la civilización es que una civilización acabe con la otra. Cualquier justificación de esta barbarie solo supone legitimar el mal.

Sé que este artículo no sirve para nada, pero me sirve a mí. Porque el grito, la necesidad de organizarnos contra esta ignominia, solo es posible si entendemos que las mentes de los asesinos no son «desprogramables». Lo que realmente podemos intentar solucionar es cortocircuitar todas las redes en las que se apoyan estas ideologías de destrucción del otro. Hágase.

Con todo el dolor y el llanto del mundo digamos: ¡No habrá paz para los malvados! Pongamos todos los medios, a costa de sacrificar algunos de nuestros derechos, para que estas bandas de forajidos sientan el aliento del estado sobre su cogote. Si sólo utilizamos palabras, ellos seguirán decapitando, poniendo bombas y enviando suicidas a reventar nuestra forma de vivir. Nadie tiene derecho a decirnos cómo son nuestras sociedades. Y menos en nombre del dios que sea. Si hoy no nos organizamos como se hizo contra la barbarie nazi, un día nos preguntaremos porque ha muerto nuestro hijo en un metro camino de su universidad. Y entonces será tarde, porque millones de judíos fueron asesinados mientras nos preguntábamos el porqué. Es más sencillo de lo que parece. Hay porqué. Porque hay mala gente en el mundo, y nosotros queremos luchar contra ellos. Párenlos con todos los medios. O esperen la próxima matanza.