Sin perjuicio de cómo define la RAE o nuestro Código Penal el chantaje lo cierto es que la ciudadanía lo entiende mejor gracias al cine o a experiencias personales. Siempre hay una llamada de teléfono, una entrevista discreta o una misiva inquietante que pone en marcha un endiablado mecanismo de dependencia y miedo en el que la persona que sufre la presión se encuentra a merced de quien le extorsiona. Mientras que la víctima puede ser atacada por diferentes causas que la hacen vulnerable, el propósito del chantajista siempre es el mismo: dinero. -«Fulanito, ¿te acuerdas de mí? Es que resulta que tengo un problema y he pensado que podías ayudarme. Necesito cierta cantidad de dinero para pagar unas deudas y confío en que me lo des. No te pediré más. Por cierto, todavía conservo aquellas fotos de que te hablé. Espero que me comprendas». Ante la velada amenaza el dinero vuela inmediatamente a manos del sibilino chantajista queriendo autoconvencerse la víctima de que con eso todo acabará. Pero como suele ocurrir en los guiones cinematográficos el teléfono siempre suena dos veces. El protervo necesita más dinero, y más, y más. Con el chantaje, si no se ataca desde el primer momento, nunca llega el final. El día que dejas de pagar se consuma la infamia y la amenaza se hace realidad.

Hay muchos bienpensantes -otros no tan buenos- que de puro infantilismo, de pura virginidad adolescente piensan, dicen y creen que con Cataluña ha faltado diálogo, cariño, comprensión y amor, mucho amor, por parte del Gobierno y de los españoles. De ahí que la situación se encuentre al límite de lo soportable. Si se hubiera dialogado más con Mas, si se hubieran comprendido las reivindicaciones catalanas, si se les hubiera tratado con más atención y cariño las cosas serían muy distintas. Lamento confesarles a ustedes dos que yo no me encuentro entre ese conjunto de buenistas y buenistos, de púberes virginales que así piensan. Todo era y es, no lo duden, cuestión de dinero, puesto que Cataluña cuenta ya desde hace muchos años con el más amplio y democrático régimen de autogobierno que conozca Europa o el mundo de los países libres. Han gozado, sin ninguna restricción que no sea la propia Ley que todos debemos respetar, de lengua, cultura, tradiciones, democracia, libertad e identidad. Y si me apuran, no solo gozado, sino que algunos dirigentes han abusado de esas prerrogativas ante el aquietamiento de los gobiernos de la Nación y la infinita comprensión y paciencia del resto de españoles.

No ha faltado diálogo, no ha faltado comprensión, no ha faltado trato preferente con las demandas de los gobiernos catalanes. Por el contrario, los gobiernos nacionalistas no han tenido para con el resto de España la misma lealtad ni comprensión que se ha tenido con ellos. No sé bien cuál es la razón por la que puedan considerarse a los andaluces, extremeños, murcianos, asturianos o cualesquiera otros españoles como de segunda división respecto de los catalanes. No sé bien por qué estas comunidades, estos ciudadanos, necesitan menos cariño, comprensión y amor que los catalanes. No sé bien por qué regla los catalanes están por encima de los demás españoles. No sé bien por qué su cultura es más cultura que la madrileña, no sé bien por qué sus tradiciones son más importantes que las tradiciones de los gallegos y no sé bien por qué se debe tener con Cataluña más atención y preferencia que con el resto de España.

No es nada de todo eso. La respuesta, como siempre, suele ser más prosaica y menos noble; más materialista y menos idealizada; más egoísta y menos solidaria. Dinero. Cupo catalán emulando el concierto económico vasco y navarro. Y mientras negocian la canonjía se producen las llamadas: «necesito más dinero, no es menester recordarte las fotos o despertar al monstruo independentista que tenemos durmiendo». Y así, año tras año, llamada tras llamada. No ha faltado diálogo, ni cariño, ni comprensión. A menos que reconozcamos sin ambages que Cataluña se merece más (no el otro) que el resto de españoles. Pero entonces, ¿cómo le sería posible cantar a la izquierda ese pasaje de la Internacional «?que la igualdad ley ha de ser»? ¿Qué igualdad? ¿Cómo va a ser el género humano la Internacional si distinguimos entre ciudadanos de primera y de segunda, privilegios frente a agravios?

Se está produciendo en Cataluña un proceso separatista no solo al margen de la ley (algo impensable en países democráticos), sino patético, chabacano, tercermundista, capitaneado por grupos antisistema que reniegan de la Unión Europea, del euro, del capitalismo o de la OTAN; que se niegan a pagar la deuda, que proponen la colectivización de la propiedad privada, la jornada de 30 horas y la jubilación a los 60 años con un año sabático por cada diez trabajados, y otra serie de demagógicas utopías impropias de una sociedad madura y culta como antaño fue la catalana. Ni corrupción ni mal gobierno, solo existe expolio de España a la paciente Cataluña. Pues se acabó: dinero y más dinero, de lo contrario?ringgg, otra vez la llamada. Hace ya mucho tiempo que se debió dejar de coger el teléfono.