Escuchando a Lana de Rey, mientras el incienso huele y deja una estela de paz casi zen, a la luz de esa cálida lamparita de invierno, con una taza de café humeante, y en el casi asueto del atardecer de este viernes pasado, que ya es un viernes 13 escogido para la historia más negra de esta Europa perdida y en guerra? camino de un estadio en el que mi Roja, la Roja, mi selección, la de mi país, llamado España, del que me siento profundamente orgullosa, por ser demócrata, libre, europeo, tolerante, fuerte, de historia judeocristiana y confluencias árabes, encrucijada de culturas y poso de la cultura romana, latina, fenicia? este finde ha arrancado con un hecho insoslayable. Un ataque fascista, cobarde a nuestra sociedad, nuestros valores y nuestra forma de vida. Pero aún así, no voy a hablar de esto. Como bien le dije a mi hijo Álex, a mi amigo José Botella, a Hugo, a Sergio o a Adrián, amigos y jugadores del Elda Industrial con los que compartí ese maravilloso encuentro en Alicante a ritmo de Aerosmith y Queen en el estadio del Rico Pérez? como les dije, no voy a hablar de los individuos a los que yo, restito por restito recogido envolvería en piel de cerdo y manteca para toda su eternidad. Sino todo lo contrario. Voy a hablar de vida, de futuro, de su no existencia, de lo que nos ocurre que hace que la ciudad, la provincia y la Comunidad palpite y mi Europa, esa que tiene a una diosa perfecta por bandera, perviva. Quiero hablar de ese arroz que Casa Ricardo me puso en la mesa, una mesa compartida con grandes amigos y empresarios. Esos que hacen que cada mañana haya trabajo, pan que llevarte a la boca y ganas de vivir. Me encanta mi amigo Luis Antón, y su hermano José Antonio, y me fascina Williot. Me gusta la Ereta, que está en plena vuelta en el Alicante gastronómico. Me fascina de nuevo el Street Food Market que llenará de color y aromas las calles de la ciudad. No puedo vivir sin ir de vez en cuando al Pinós, a Alcoy, a la montaña a ver a mi querido Pont de la Neu, y comer sin reparo mirando con un buen vino el mejor balcón de mi tierra, llena de almendros, aire limpio y amor por todos los rincones. Y no puedo dejar de ayudar a mis amigos como Virgilio Candela luchando por los chavales más desfavorecidos con la Ciudad de los Colores? ni soñar con que cada ritmo de su batucada me llevará aires de libertad y sueños, tan de colores como sus vidas, sus países de origen o su corazón. Y no quiero seguir en esta tierra sino puedo soñar con ese mar en el que cada vela que se despliega de Altea, La Dehesa, Alicante, Santa Pola o Tabarca dicen que somos gente de sal y agua, de vientos del Mediterráneo? esos vientos que respira el Teatro del Mediterráneo con Ángel García al frente y un pedazo de programación este mes de escándalo, esos que recitaba en sus tiempos Paco Sanguino, ahora dirigiendo con gracia el Principal de Alicante, con Jácara Teatro, qué tiempos? o el brillo en los ojos de Eduardo Martínez Fuster cuando sigue pensando en que algún día hará la Fedra que siempre hemos querido montar juntos. Y a ser posible, en el anfiteatro de Ciudad de la Luz, porque no? esa ciudad de la que lejos de avergonzarme, espero ver pronto llena de películas y de futuro, como la viví y la vi. Mal que le pese a muchos, pero a mí no. Porque jamás voy a renunciar a mi pasado, sino a crecer sintiendo que forma parte de mí historia. Esa historia que no entiende a los «nuevos bárbaros» a los que habría que, como se aprende en el Marq, aplicar los nuevos limes, siguiendo la estela del culto Adriano y la filosofía de aquella legión, Fénix, que ejemplifica los valores por los que desde este viernes muchos pensamos seguir viviendo más que nunca. Fuerza, Honor y Causa. La de nuestra vieja Europa y nuestro Mediterráneo, donde muchos ya sobran. Feliz domingo.