Anoche tuve conocimiento del fallecimiento, además de un gran amigo, de un honrado luchador por los derechos de aquellos, a los que el mercado deja en una posición de inferioridad respecto de los bienes y servicios que oferta. No se puede entender el consumerismo en la Comunidad Valenciana, y menos aún en la provincia de Alicante, sin la figura de Pedro Hernández.

El consumerismo reivindicativo que gira entorno a órbitas progresistas, frente a otro tipo de movimientos asociativos más lúdicos como las amas de casa, surge en España a raíz de la promulgación de la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios. Esta ley además de trasponer al ordenamiento jurídico español el derecho comunitario de consumidores, fomenta el desarrollo de las asociaciones de consumidores, impulsando su participación en todos aquellos ámbitos de relación entre el consumidor y los organismos reguladores sectoriales, además de requerir la presencia de aquellos en los ámbitos de representación de la prestación de servicios públicos.

Es por lo tanto a partir de 1984 cuando empieza a caminar en España este movimiento consumerista, que en la Comunidad Valenciana germina por una parte, en la Asociación Ciudadana de Consumidores y por otra en la Unión General de Consumidores. La confluencia de estas dos asociaciones en la Unión de Consumidores de la Comunidad Valenciana se materializa en el año 1988, apostando por una asociación reivindicadora tanto de la democracia económica en las relaciones de consumo, como de la exigencia permanente de ampliación de la calidad prestada por los servicios públicos.

Con ocasión de la huelga general convocada para el 14 de diciembre de 1988, existe una parte importante de la Unión General de Trabajadores de la provincia de Alicante que no sumándose a la misma, queda huérfana de estructura al dimitir por estos hechos de la ejecutiva provincial de UGT. Es en ese momento cuando el entonces secretario general de UCOVA (Joan Morató) toma contacto con este grupo, conformando sobre el mismo la base sobre la que se creó la Unión de Consumidores de Alicante. Es ahí donde la figura de Pedro Hernández comienza a tomar relieve al liderar, junto con Miguel López, la Unión de Consumidores de Alicante.

El primer reto al que tuvo que enfrentarse Pedro Hernández fue la participación de los impositores de la entonces Caja de Ahorros del Mediterráneo en las primeras elecciones democratizadoras de los órganos rectores de cajas de ahorro, que se pusieron en marcha en la CAM a raíz de la aplicación de la Ley 31/1985, de 2 de agosto, de regulación de las normas básicas sobre órganos rectores de las Cajas de Ahorro. Por fin los impositores a través de sus representantes iban a tener un tercio de representación en los órganos rectores de la CAM. Había que articular la representación de impositores elegidos al azar en sorteo para conformar candidaturas, lo que exigía visitar puerta a puerta y uno por uno a aquellos agraciados, para ver si se sumaban a la candidatura patrocinada por la Unión de Consumidores de Alicante. Al contrario que en Bancaja donde el aparato interno de la entidad se había mantenido neutral un año antes, la CAM como corporación fue beligerante en este proceso, promocionando una candidatura pseudoindependiente, que aunque resultó ganadora no impidió que la Unión de Consumidores de Alicante consiguiera representación, que ya derivó en mayoritaria en posteriores comicios.

Con una filosofía de la vida propia de aquellos que cuentan con dotes naturales de sentido común, Pedro Hernández meditaba sosegadamente cada uno de sus actos, y si para conseguir cualquier fin los medios implicaban «darle gasolina al enemigo», el fin rápidamente se rectificaba para mantener la coherencia de los principios.

Trabajador incansable, era capaz de todo, desde atender directamente a los consumidores en sus reclamaciones, efectuar mediaciones, participar en la junta arbitral de consumo, dar ruedas de prensa, redactar enmiendas a las ponencias de un congreso, etcétera, pero siempre con un criterio, propio de esa inteligencia natural pegada siempre al terreno y a la realidad donde se desenvolvía.

Alicante también debe a Pedro Hernández su condición militante de alicantino de pro, para él la cuota territorial era lo que permitía auténticamente vertebrar nuestra Comunidad Valenciana, y en esta condición paseó siempre su condición de alicantino por todos los escenarios por donde transitó.

Hemos perdido con Pedro Hernández, además de al presidente de la Unión de Consumidores de la Comunidad Valenciana, toda una serie de maneras nobles de entender y de actuar en esta vida; ese es el legado que nos deja, junto a esa socarronería que le permitía a la vez, reírse de sí mismo y consigo mismo.

Descanse en paz.