La última andanada del concejal de Urbanismo, Miguel Ángel Pavón, al proyecto de su alcalde y socio político, Gabriel Echávarri, de hacer accesible la primera línea del Cabo de la Huertas con una pasarela peatonal, ha devuelto a la actualidad ese epíteto tan alicantino, «el menfotismo», que consiste, símplemente, en pasar de todo, o negarse por sistema a cualquier propuesta. El proyecto del paseo de madera más largo de Europa acabará, si el tripartito no lo remedia, algo difícil porque lo bombardea al día siguiente de presentarlo, en el listado de actuaciones que nunca se harán en el municipio. Y eso, pese a que, en este caso, el edil de Cultura, Dani Simón, acudió en directo a la presentación del paseo y la bendijo con loas de Echávarri al edil incluidas. La misma presentación por la que hoy su compañero y amigo, Pavón, se siente estafado. La sensación que te queda tras observar ciertos movimientos es que esta cuidad no avanzará nunca porque los padres de la patria o los propios alicantinos no quieren. Ahora es el paseo, como antes lo fueron los silos de cemento en el puerto (los mismos que ahora exige el Ayuntamiento) porque quitaban las vistas al mar, la planta para fabricar biodiésel, del que sus detractores llegaron a decir hasta que era cancerígena, las instalaciones para tratar residuos marinos, el acuario que conectara las dos dársenas del puerto, el propio acuario de la plaza nueva... Ejemplos palmarios de que la mayoría de las iniciativas se paran o, casi peor, cuando cuajan, como el parque de la Ereta o el del Monte Tossal, no se conservan y se dejan morir. Y yo me pregunto, ¿por qué no nos gusta nada en Alicante? Y para colmo, durante un año no se va a mover un ladrillo en la costa. Rejón al turismo residencial, tan importante como el hotelero aunque parezca clandestino.