Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Es fácil que te vigilen

Se trata de un caso de hackeador hackeado. Hace unas semanas, unos jovencitos confesaban, no sin candor, cómo habían entrado en el correo privado del director de la CIA, agencia conocida por su capacidad de espionaje, por lo menos desde que el Patriot Act dio carta blanca, como ahora se ha hecho en el Reino Unido, para que los espías estadounidenses espíen lo que quieran. No es que antes se cortasen, pero ahora lo tienen más fácil.

Esas entradas en correos y páginas ajenas parecen frecuentes. Los bancos hacen como si fuese imposible romper sus inexpugnables cortafuegos, pero de tanto en tanto se sabe de clamorosas entradas y manipulaciones.

Lo mismo puede decirse del espionaje industrial. Ahora el gobierno chino ha asegurado al estadounidense que va a poner fin a tales prácticas, supongo que con la boca pequeña ya que es rutina bastante difundida a lo que parece.

Participé en Facebook hace tiempo, pero me aburrí y lo dejé, no sin antes avisar a una de las participantes de lo inconveniente que podía ser expresar críticas hacia los jefes de la empresa en la que entonces trabajaba la muchacha. Es sabido que hay empresas capaces de hacer un perfil del candidato usando para ello sus aportaciones a redes como la de Facebook y sin necesidad de recurrir a «big data», para lo cual ya haría falta algo más de utillaje informático.

Los gobiernos, a lo que resulta, suelen ser los primeros actores en tal cacería y no hay que ir tan lejos para darse cuenta de cómo son «pescados» algunos pederastas o, por lo menos, que almacenan ficheros de pornografía infantil en sus ordenadores. «Alguien» ha tenido que tener la capacidad de buscarlos y encontrarlos, porque no creo que se anuncien en la prensa escrita. Los casos de muchachas españolas que sufren una conversión al Islam que evoluciona hacia el yihadismo y son pilladas cuando viajan o quieren viajar a Turquía camino de Siria para integrarse en el Estado Islámico son también sintomáticos: se dice que dicha evolución se produjo a través de las redes sociales y es obvio que «alguien» ha estado mirando en dichas redes aunque no sea más que poniendo una palabra clave en el buscador apropiado. La justificación es conocida: la seguridad (nacional, por supuesto) tiene prioridad frente a cualquier otra consideración, por ejemplo el derecho a la intimidad.

No me extraña que tanta gente pueda husmear en ordenadores ajenos. No hay celebrity, en concreto, que no haya sido «visitada» por el oportuno hacker que después ha aireado desnudeces, pecadillos y malas artes o errores de la tal celebrity y, sin ir tan arriba, concejales cuyos correos han salido a la luz o penosas conversaciones entre políticas y empresarios igualmente aireadas.

No se trata, como puede entender, de esas apps que permiten que mis hijos sepan, en cada momento, dónde estoy (y viceversa, no se vaya a creer). El único problema son los martes, que suelo ir a comer a un restaurante que queda cerca de un conocido burdel y la app dice dónde estoy, pero con un margen de error que permite algunas bromas a mis hijos sobre mi comportamiento de persona en nada apta para tales desahogos.

Me ha tenido que suceder para que me diera cuenta de lo fácil que es ser vigilado contra su voluntad. Suelo ir los lunes a un «bar de tapes» cercano porque es cuando hacen, como plato del día, una rica olleta. El restaurante tiene wifi y suelo conectarme también desde allí. Pero resultó que un lunes, contra mi costumbre, no fui y entonces Google Maps, diligentemente, me indicó cuál era el camino exacto que me llevaría desde mi casa a dicho bar y el tiempo que tardaría yendo a pie. Yo no había pedido tal información: el ordenador me la daba gentilmente. Y un lunes precisamente. En otras palabras: el programa no solo conoce mis costumbres sino que es capaz de «ver» que me he despistado y no la he seguido ese día. Cierto: no hay peor paranoide que aquel al que persiguen realmente, pero es que, comentándolo por ahí, he visto que no soy el único caso. Ha habido quien ha recibido de su iPhone la nota sobre el camino a seguir entre un apartamento en la playa al que acude de vez en cuando y la casa de comidas a la que suele recurrir a mediodía. Por si no lo sabe, Google Maps lo sabe.

Big Brother is watching you, diría Orwell. Pero son varios.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats