Si se confirmaran, a fecha de hoy, las últimas encuestas conocidas y referidas a las elecciones del próximo 20 de diciembre, el PSOE y su líder actual, Pedro Sánchez, tendrían el peor resultado electoral de nuestra reciente historia democrática. Sí, han leído bien. El varapalo sería tan enorme que la misma noche de «marras», don Pedro, tendría que apartarse para que apareciese un nuevo o nueva líder que ilusionase primero dentro de las filas socialistas y después a aquellos otros ciudadanos que son votantes potenciales de un partido que lleva tiempo estando a la deriva. Gente desencantada, dirigentes expulsados o aburridos, declaraciones confusas y en muchas ocasiones contradictorias del propio Pedro Sánchez, es el bagaje de un dirigente que no está dando la talla política. Los de la familia socialista esperando el gran batacazo electoral -igual que ocurre con Rajoy en el PP- para mandarle a jugar otro partido que esté acorde con sus posibilidades reales de ganar, y los de fuera -el gran público- deseosos que el principal partido de la izquierda política vuelva a sus orígenes y opte por un mensaje y un líder que defienda sin titubear a la gente más desfavorecida de la sociedad. Los vaivenes de Pedro, diciendo cada día una ocurrencia y teniendo que rectificar un día sí y otro también, no es lo mejor para alguien que quiere gobernar un país y devolver la ilusión y los derechos arrebatados al conjunto de los ciudadanos. Algunos de los defensores del actual secretario general del PSOE siguen sin comprender cómo el PP, según todas las encuestas, volvería a ganar las elecciones del próximo mes y echan toda la responsabilidad sobre los votantes. Vamos a ver: si el PSOE de don Pedro no concita el respaldo mayoritario de los encuestados, el mío tampoco, será porque a la gente, de manera libre y responsable, no les convence lo hecho y dicho por él. ¿Es tan difícil de entender y aceptar? En política es fundamental convencer, y el señor Sánchez todavía no lo ha conseguido.

Y luego a los populares un recordatorio: en 2011 ganaron las elecciones generales con el 44% de los votos y mayoría absoluta, y hoy las encuestas les auguran una victoria pírrica con el 25% de los sufragios. O lo que es lo mismo: perderían 19 puntos y entre 60 a 70 diputados, según el sondeo electoral que se mire. Victoria agridulce, y noche de miradas tristonas las que se prevén en la sede nacional del Partido Popular, si las encuestas dan en la diana de los sondeos.

Los comportamientos y las decisiones erróneas justifican el alejamiento de la gente y su trasvase en la intención de voto. Y esto vale tanto para el PP como para el PSOE. ¿Dónde está aquella marea cultural y que un día apoyó a ZP con su famosa campaña de la ceja? Unos de vuelta hacia Izquierda Unida y otros inmersos en los lares de Podemos, pero todos ellos cabreados con un Partido Socialista que no ha sido capaz de aunar a la izquierda política, social y ciudadana. ¿Será porque no es un partidario de izquierda, o porque no representa a la mayoría social y ciudadana de este país?

Nuestro país necesita una regeneración democrática e institucional; un sistema electoral en el que el voto valga lo mismo en cualquier lugar de España; recuperar los derechos sociales individuales y colectivos sustraídos; restaurar el trabajo digno como fórmula para hacer crecer la economía; un proyecto de país basado en un nuevo modelo productivo a través de la industria y la innovación; despolitizar la justicia española haciéndola más ágil y con más recursos; un pacto de Estado por la educación y la sanidad pública; así como un gran acuerdo constitucional que modifique nuestra Carta Magna. Estas son, entre otras, algunas de las necesidades y los retos que tiene por delante nuestro país.

La puntada final es para aquellos que han conseguido ganar esta «batalla» y han puesto a España como un país donde los ricos son cada vez más ricos y los consejeros delegados de las empresas del IBEX 35 ganan mucho más que el conjunto de los empleados de sus empresas. La brecha salarial entre unos y otros se agranda de manera vergonzosa y hace que la desigualdad crezca. He leído recientemente unas declaraciones de la escritora Almudena Grandes donde decía: «Esto en realidad no ha sido una crisis, ha sido una guerra y la hemos perdido». Pues eso, ni más ni menos.