Hace la friolera de más treinta años, los frikis de mi generación devorábamos las novelas de ese visionario que fue Isaac Asimov y hablábamos de las tres leyes de la robótica como si fueran las de la Termodinámica. No veíamos el momento de un mundo con robots como el que nos planteaba el ruso que se atrevió a soñar en sus libros con teléfonos móviles, transmutación de la materia para desplazamientos cortos y robots que anhelaban ser humanos. Murió Asimov hace ya 23 años sin poder ver que su ciencia ficción se convertiría en realidad. Los robots están a la vuelta de la esquina, concebidos, en principio, para cuidar dentro de veinte años a quienes se encuentran hoy en la mediana edad. Limpiarán la casa y sacarán la basura, y es más que probable que lleguemos al inquietante futuro que dibuja la serie televisiva nórdica «Real humans», porque la verdadera grandeza del hombre está en hacer realidad los sueños.
