El programa del Salvados (titulado La máquina del fango, dedicado a poner negro sobre blanco las oscuras intenciones de los medios de comunicación) del pasado domingo fue bastante decepcionante. La verdad es que el casting no fue el mejor de los posibles: un exdirector de periódicos, la conductora de un programa de magazine de radio de la tarde, Juan Carlos Monedero (aún no sé qué hacía allí y Évole sabrá por qué lo llevó: pero si Monedero todavía cree que su caso no era tal, evidentemente tiene un problema) y la subdirectora de un medio impreso bizarro a más no poder (que está bastante más cerca del desaparecido News of the World de Murdoch que del Washington Post de Graham). Una mezcla con bastantes intereses contrapuestos que no permitieron profundizar demasiado, y donde lo más destacable fue la exposición del caso de Xavier Trías (acusado de que a lo mejor pudiera estar siendo investigado por alguien que tal vez perteneciera a algún departamento de la Policía, porque quizá pudiera haber abierto alguna vez una cuenta corriente, probablemente en Suiza?), donde parece evidente a fecha de hoy que el medio no hizo lo que debía.

A los medios españoles, en general, les cuesta reconocer errores y pedir perdón a los lectores/oyentes/telespectadores cuando se equivocan, y quizá el atentado del 11-M sirvió de gran ejemplo: terroristas suicidas según fuentes de toda solvencia que resultaron falsos, supuestas pruebas encontradas en una furgoneta de (la Orquesta) Mondragón en portada de primera página, preparación de pruebas irrefutables con mochilas que fueron inexistentes... Todo un muestrario de errores que empañaron los aciertos (que también los hubo, y muchos), y que sirven para ver la cara y cruz de los medios. Si a la aversión para disculparse por los errores y la cicatería con que se otorga el derecho de rectificación (cómo no recordar al inefable Alfredo Urdaci por su inenarrable lectura del comunicado al que se condenó a TVE por la tendenciosa cobertura que hizo de la huelga general contra el gobierno de Aznar), le añadimos la exasperante lentitud de la justicia española, es cierto que muchas veces se pone a los pies de los caballos a quien se señala.

Este problema existe en todos lados, pero son los anglosajones los que generalmente mejor lo enfocan. El consumidor de prensa diferencia claramente en el kiosco entre prensa amarilla y prensa seria, la ley suele ser más dura con los errores, y cuando hay algún problema de credibilidad suelen poner un fuerte foco al medio. Está en las carteleras la excelente película Verdad, donde Robert Redford y Cate Blanchet dan vida a los periodistas de la CBS Dan Rather y Mary Mapes, que protagonizaron una pifia bastante gorda al acusar, a escasos meses de las elecciones, en el programa Sixty Minutes (el equivalente al Informe Semanal español) a George Bush hijo de trato de favor en sus años mozos en el ejército estadounidense. La película está bien porque lejos del blanco o el negro que tanto perseguimos por estas tierras, muestra las tonalidades grisáceas y ambiguas del asunto: claramente había caso, pero una deficiente labor de investigación de los periodistas -impagable el momento en que llaman por teléfono, desde el despacho del presidente de la CBS a la fuente que proporciona el documento en el que se basa toda la acusación: al gerifalte de la cadena de televisión se le ponen los pelos como escarpias- dio al traste con la misma, llevando al despido a la responsable del informativo y a la dimisión de Rather (una especie de Gabilondo americano), comisión de investigación interna mediante. Si pueden, no se la pierdan: bastante más sugerente y didáctica que el paseíto por el fango del pasado domingo de Évole.