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Francisco Esquivel

Manos a la obra

En vísperas del Día Nacional de Vaya a Saber Usted Qué, guasajeo a un amigo para advertirle que, aunque la sobremesa pinta calentita, confío en que una estratégica secesión nos permita llegar al teatro a ver La sesión final de Freud. Los asistentes a la comida provienen de Castilla, Murcia, Andalucía y de aquí, pero teniendo en cuenta que Romeva nació en Madrid y trabaja en el corazón de Europa, el resto también es capaz de formar un cirio, embravecidos por la representación murcianica que, cuando se pone manos a la obra, se pone. Como siempre es recomendable saber el terreno que se pisa, alcanzamos las butacas de patio que, en este caso, presentíamos que iban a hacernos mucho bien de cara al enorme espectáculo que tenemos encima. El autor de la pieza fantasea con un encuentro entre el padre del Psicoanálisis y el de Las crónicas de Narnia, C. S. Lewis. Según gente del oficio teatral, «parece que no tienen nada en común, pero lo tienen todo; para empezar, ambos se escuchan. Las dos personas eran sabias y éstas nunca se ponen serias cuando hablan de algo serio». Para uno de los intérpretes, «una de las cosas que más me ha obsesionado es saber qué piensa alguien que sabe que su tiempo se ha acabado y que se acerca a lo desconocido». Efectivamente, lo han clavado. Podría adaptarse hoy mismo para Rajoy y Mas. Al igual que el público en general, el primero se ha percatado de que se asome adonde se asome aparece Rivera y, el segundo, tiene tatuada la cara de Pujol y encima depende de una tropa que, a diferencia de la de Pablo Iglesias, no está por la labor de reeditar el ingreso en la Otán. Forcadell, mientras tanto, oficia la ceremonia de la confusión y Junqueras se contiene para no dar saltos, limitándose a trasladar que ellos lo único que hacen es seguir un mandato. ¡Huy, la que le espera esta semana! A Piqué, claro.

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