A nadie puede extrañar el baile de encuestas, más o menos orquestado, que se vienen publicando a lo largo de estos días de precampaña electoral.

Su principal característica es que arroja resultados bastante dispares, lo cual revela no solo la fluidez de la situación y la extrema labilidad de los datos que se registran, sino también los intereses que se promueven, sin mayores miramientos, desde determinados grupos mediáticos y otros grupos de presión. Se puede decir, no obstante, que las encuestas publicadas apuntan a que van a tener lugar las elecciones más reñidas e inciertas de la democracia española desde 1977.

Alimenta el storming de especulaciones, cambiante día a día, la entrada en la competición de partidos nuevos, cuya falta de referencias consolidadas a través del voto efectivo confunde a los encuestadores, lo que hace sumamente difícil el «cocinado» de los resultados y deja en el aire la atribución razonable de las preferencias del electorado. Por otro lado, hay que tener en cuenta dos datos que en anteriores confrontaciones tenían menor relieve y que, en las próximas, son factores a tener en cuenta: la aparición de siglas que agrupan a diversos partidos vinculados a plataformas y movimientos sociales y, de otra parte, la incidencia de redes sociales muy proactivas y generadoras de opinión.

Dado que las encuestas muestran únicamente tendencias, sería conveniente destacar algunos elementos que puedan hacerlas más entendibles, dando por sentado que el espacio electoral que se disputa no se ha separado gran cosa del esquema derecha-izquierda, tradicional en la política española. Un esquema que, no obstante, se presenta fracturado, tanto por la derecha, con la aparición de Ciudadanos, como por la izquierda, aunque en este caso la fragmentación es mucho mayor.

Por la derecha, el PP, pese a desafección de muchos de sus electores, retiene una buena parte del suelo electoral conservador y de sus estructuras clientelares. El factor que frena su caída, o que incluso le impulsa a cotas hace pocos meses inalcanzables, es, sin duda, el desafío independentista en Cataluña. Es evidente que Mariano Rajoy y Artur Mas, al frente de dos formaciones de derechas, se retroalimentan, aunque el PP tienen en su mano gestionar la crisis con indudable ventaja. Ciudadanos tiene a su favor el apoyo de grupos editoriales vinculados a sectores económicos liberales, además de contar con la frescura de su líder y la capacidad de seducción para atraer a votantes al «centro». Su Talón de Aquiles, sin embargo, es el «efecto 18%», un número mágico que, dado el sistema electoral vigente, puede catapultarle a lo alto, caso de rebasar este porcentaje de voto en el conjunto de España, o, puede, por el contrario, relegarle a una posición mucho más modesta si no llega a alcanzarlo.

Por la izquierda, Podemos, del que las encuestas reflejan un sostenido declive, debido a la indefinición y ambigüedad que muestra en temas esenciales, podría ganar espacio si arriesga y se fortalece con pactos preelectorales y golpes de efecto, pero tiene en contra el sistema electoral (el «efecto 18%») y su posición en el contencioso catalán, en la medida en que su apoyo al llamado «derecho a decidir» no es bien recibido en el conjunto de España, a derecha e izquierda. El PSOE, por su parte, como el viejo coronel, no tiene quien le escriba; carece del apoyo que antaño tuvo de poderosos medios de opinión (volcados hoy en la defensa de la derecha o del centro-derecha), por lo que emprende la campaña a pulmón libre. Por otro lado padece la deslealtad de ciertos sectores internos que esperan un fracaso de Pedro Sánchez para volver a las andadas. Con todo, el PSOE remonta poco a poco, no solo por su trayectoria histórica, comprometida con políticas progresistas, sino porque, en las encuestas más solventes, se configura como la principal fuerza del «cambio tranquilo» y el único partido que puede disputarle a Mariano Rajoy la primogenitura y, por lo tanto, estar en condiciones de protagonizar realmente el cambio.

Los ejes de la campaña ya están establecidos: sobre un trasfondo en que conservadores y liberales parten con cierta ventaja, frente a una izquierda dividida, los temas relevantes se van afinando y jerarquizando: Primero, el contencioso catalán; segundo, el cambio constitucional; tercero, desigualdad y políticas sociales. Por este orden.